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  Kafka
El enigma de los manuscritos


Guillermo Hernando Sánchez Trujillo
Ensayista, escritor
[ Autor de Crimen y castigo de Franz Kafka (2002), El crimen de Kafka. Caso cerrado (2006), El juego de Kafka : Desciframiento de "El proceso" (2011) y Los secretos de Kafka (2012). Es autor, también, de una edición crítica de El proceso (2005) ]


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"¿Siguen mis enemigos el verdadero rastro cuando no estoy en la construcción?"

Franz Kafka, La construcción.

 

I. Los manuscritos

 Al morir Kafka en 1924, entre sus papeles se encontraron dos documentos que se conocen como el "testamento", en el que le pide a Max Brod, su mejor amigo, que a su muerte recoja todos sus escritos, incluidos los diarios y la correspondencia y los destruya. Brod recuperó casi todo lo que su amigo había dejado, pero no con la intención de cumplir su última voluntad, sino para contradecirla, pues estaba convencido de que Kafka era un santo, "un verdadero santo de nuestro tiempo", un profeta que había dejado un mensaje de redención y salvación para la humanidad. Esto, dicho sea de paso, no tenía nada que ver con Kafka, quien nunca fue un hombre religioso, aunque hacia el final de su vida soñó con emigrar a Palestina, y se sintió intelectualmente atraído por el jasidismo, que llamaba a un renacimiento espiritual, no sólo a través de la oración, sino también del canto, la danza y la dicha extática.

Pero Brod estaba dispuesto a imponer su punto de vista, y como la esfera de la santidad es cercana a la de la perfección, era necesario maquillar un poco la obra de Kafka, pues había quedado sin terminar, para que no fuera a dar la idea de algo inacabado e imperfecto, lo que podría llevar a la crítica a subvalorar esta obra capital. Fue así como Brod proporcionó títulos, encabezamientos de capítulos, tabla de contenido (para las tres novelas), puntuación y ortografía alemana estándar, en algunos casos incluso escribió frases de transición y finales. Poco de esto se sabía porque Brod mantuvo un control absoluto y exclusivo sobre los manuscritos hasta su muerte ocurrida en 1968 en Tel Aviv.

El proceso fue una de las obras que más sufrió con la intervención de Brod, pues sólo publicó en la primera edición de 1925, un año después de la muerte de Kafka, los capítulos que consideró estaban terminados, dejando para una segunda edición los capítulos a su juicio sin terminar, que incluyó en un apéndice. Como Brod no pudo fundamentar las razones que le habían guiado al establecer la sucesión de los capítulos, desde mediados del siglo XX, los filólogos alemanes trataron de ordenar la novela con criterios científicos, preguntándose, entre otras cosas,  dónde colocar en el cuerpo central de la obra los capítulos que Brod había mandado al apéndice, labor que se vio dificultada enormemente por la imposibilidad de acceder a los originales.

 

II. El Enigma

Después de la muerte de Brod, al quedar los manuscritos de El proceso a disposición de los especialistas la confusión fue mayor, pues el "orden" en que Kafka los dejó no aportaba ninguna luz, sino que hacía el problema del ordenamiento prácticamente irresoluble. Los capítulos estaban en sobres sin numerar, en los que había desde una hoja hasta legajos con decenas de hojas, que correspondían a varios capítulos, sin ningún orden aparente, ya que, por ejemplo, el capítulo final en el que Josef K. es asesinado, encabezaba uno de los tres legajos que incluían varios capítulos. Fig 1.

 

A pesar de los minuciosos estudios que se hicieron de estos manuscritos, como análisis grafológico, calidad del papel, marcas de agua, formato de los cuadernos, calidad y color de la tinta, e incluso intentos desesperados por utilizar la estadística para fechar los distintos capítulos, los manuscritos permanecieron imperturbables sin dar a conocer sus secretos.  Nunca se supo por qué estaban estos capítulos reunidos en ese orden en los manuscritos. Reiner Stach, en su biografía Kafka, se hace eco de este fracaso cuando escribe que "El proceso de Kafka es un monstruo. Nada es aquí normal, nada es sencillo. Ya se dedique uno al origen, al manuscrito, a la forma, al contenido o a la interpretación de la novela, el hallazgo siempre es el mismo. Tinieblas, allá donde se mire".

III. El proceso es un palimpsesto

Encontrar la relación que existe entre los capítulos de los manuscritos, de modo que explique por qué se encuentran reunidos en un mismo legajo  y, a la vez, permita ordenar la novela, resulta imposible de lograr a partir de los capítulos mismos, como lo han podido constatar los estudiosos europeos que se han dedicado a este asunto en los últimos tiempos.  Sin embargo, a pesar de las "tinieblas" que han rodeado la novela, siempre se pensó que existía  una clave que permitiría adentrarnos en los secretos de la obra, hipótesis que cayó en descrédito al no encontrarse ninguna a pesar de los esfuerzos hechos para encontrarla.

Pero  la clave existe:

"El proceso es un remake de Crimen y castigo en el que Kafka utiliza la obra de Dostoievski para narrar de manera críptica algunos aspectos de sus relaciones con Felice Bauer, particularmente las relativas a su fallido compromiso matrimonial, cuya ruptura es el tema principal de la novela" (1).

Partiendo de este hecho, el análisis nos permite establecer las relaciones que existen entre los capítulos de los manuscritos, y el enigma desaparece.

IV. Los bloques

El proceso es una estructura monumental construida con "bloques" de Crimen y castigo, que le dan la forma y solidez de una muralla, tras la cual Kafka intentó proteger su intimidad. Los bloques son de distinto tamaño y se utilizan en variadas proporciones. Hay bloques que salen de un solo capítulo y otros que constan de varios. En total se han identificado diez bloques que Kafka usa de forma sistemática, correspondiendo casi siempre a un bloque de Crimen y castigo un bloque de El proceso. De ahí que la novela de Kafka esté armada a la manera de un rompecabezas cuyas piezas -los capítulos- encajan perfectamente unos con otros. Por lo tanto, al identificar los bloques con que está hecho cada capítulo y ensamblar las piezas, queda resuelto automáticamente el problema del orden, ya que solo se necesita respetar la continuidad de la estructura.

Los bloques tienen todos funciones estructurales y anecdóticas precisas. De los tres encuentros de Raskolnikov con Porfirio, por ejemplo, salen sendos bloques que son la columna vertebral de la novela. El primero de estos encuentros, en la casa de Porfirio, es el bloque con el que Kafka construye el capítulo "El tío", una copia fiel del original. Sólo hay que reemplazar a Raskolnikov por Josef K., a Razumikin por el tío, al juez Porfirio por el abogado Huld y al secretario de la comisaría por el señor director de la secretaría. De lo anterior se saca una conclusión tan sorprendente como esclarecedora: el abogado defensor de Josef K. es en realidad el juez que lo persigue; eso explica la presencia del retrato del juez de instrucción en el despacho del abogado, y lo contraproducentes que resultan para Josef K. las gestiones de su defensor.

En una estructura todas sus partes son importantes, pero existen piezas que son fundamentales, como las bases y las columnas que la sostienen. En el caso de El proceso existe un bloque que destaca por su tamaño e importancia, con el que Kafka construyó el principio y el final de la novela, y que le sirvió para trazar el plan general de la obra, cuya estructura este bloque sostiene. El bloque está compuesto por los tres primeros capítulos de la segunda parte de Crimen y castigo, que Kafka utiliza siguiendo la dirección de la grafía hebrea, de derecha a izquierda, como muestra la figura 2.

 

Estos capítulos de El proceso, que salen del bloque en cuestión, hacen parte de los Legajos 1 y 2 de la figura 1. De ahí que los manuscritos -en conjunción con el bloque- nos cuentan una historia llena de revelaciones, que explican muchas cosas. Resulta obvio, a estas alturas, la razón por la que se encuentran reunidos los capítulos de los legajos 1 y 2, ya que tienen la misma raíz, salen del mismo bloque. El orden en que aparecen los capítulos en los manuscritos, muestra que Kafka trabajaba por "locaciones", como hacen los cineastas, que graban de una vez todas las escenas que corresponden a un determinado espacio, y luego en el proceso de edición las colocan en el lugar correspondiente.

En el caso de Kafka, las locaciones son los bloques de Crimen y castigo, que Kafka agotaba de una vez, escribiendo en forma simultánea o en sucesión todos los capítulos que salían de un mismo bloque o grupo de bloques. Esto explica por qué el capítulo "La amiga de B.", que sale de un bloque distinto, fue escrito después de "Primer interrogatorio" y "En la sala vacía", cuando en el orden de la novela es anterior a ellos. Lo más probable entonces es que Kafka trabajó simultáneamente en los dos legajos, escribiendo al tiempo el principio y el final de la novela, los dos extremos de la obra, que saca de dos capítulos consecutivos de Crimen y castigo. Así,  Kafka fue uno de los primeros escritores, si no el primero, en utilizar el montaje cinematográfico como técnica literaria.

Una pregunta que surge de inmediato es  ¿por qué Kafka escogió estos capítulos de Crimen y castigo para empezar la construcción de su obra? Una respuesta probable es la astucia dramática de Kafka, que al empezar la novela con los primeros capítulos de la segunda parte de Crimen y castigo, nos introduce en la trama después de aquello, enfrentándonos a una serie de personajes y situaciones que no comprendemos en absoluto, pues no tenemos noticia alguna del crimen del capítulo anterior, entrando de inmediato en los terrenos del misterio y del absurdo. Imaginemos por un momento que Dostoievski hiciera lo mismo; que no mencionara el crimen de Raskolnikov en toda la obra, que no supiéramos nada del asesinato de las dos mujeres, pero en cambio aparecieran todas las escenas -lavadas de crimen- con sus personajes, lugares y situaciones. En este caso tendríamos un Crimen y castigo muy distinto al que conocemos -sin crimen-, un Proceso enigmático, surrealista y sin sentido.

Kafka, como maestro artesano consumado que era, concibe y empieza el proceso de escritura con el principio y el final de la novela, imprimiéndole una dirección inequívoca a la obra, muy conveniente por lo demás, dadas las dificultades técnicas del proyecto, que hacía necesario trabajar de acuerdo con un plan estricto, "un guión de hierro", si se quería llevar a feliz término esta complejísima obra, que se adelantaba décadas a las técnicas narrativas más avanzadas tanto de la literatura como del cine, y que tienen como base operativa los mecanismos del sueño. El proceso es una gran obra de arquitectura literaria con una estructura predeterminada en todos sus detalles fundamentales, gracias al sofisticado grado de sistematización y control de la escritura kafkiana, que contradice la creencia muy difundida entre sus biógrafos de que Kafka era un improvisador, un iluminado desbocado "que se dejaba arrastrar por una corriente de asociaciones", que "podía indicarle la dirección, pero casi nunca la meta".




V. Crimen y castigo de Franz Kafka

Kafka usa la obra de Dostoievski profusamente, a veces con una literalidad pasmosa, hasta el punto que no se entiende cómo es posible que hasta el presente no se hubiera visto la semejanza entre las dos obras (2). Casi todas las escenas de la detención salen del tercer capítulo de la segunda parte de Crimen y castigo, y las que no, salen de otras partes de la novela de Dostoievski: el hombre extrañamente vestido que entra a la habitación de K.; el desayuno de K. que se comen los agentes; la ropa que le quieren robar y el hecho de que lo obliguen a cambiarse de ropa; la patrona que mira a hurtadillas al inquilino, como si se sintiera culpable de algo; el vaso de licor; la actitud de K., que piensa que probablemente todo ese asunto de la detención no es más que una broma que le quieren jugar los compañeros de trabajo el día de su cumpleaños, etc. Basta hacer una lectura paralela de estos dos capítulos, para tener una idea bastante aproximada de la forma como Kafka parodia la obra de Dostoievski:

En  el capítulo 3 de la 2ª parte de Crimen y castigo -(3,II)-, Raskolnikov despierta y a su lado, junto la cabecera, estaba Anastasia -la cocinera de la patrona-, acompañada por un desconocido que vestía un caftán y le observaba con curiosidad. Raskolnikov, que tiene el peso de la culpa, cree que se trata de un policía que ha ido a detenerlo y pregunta atemorizado: -¿Usted. quién es usted?

En El proceso, K. despierta y toca la campanilla para que Anna -la cocinera de la patrona- traiga el desayuno y, en lugar de ésta, entra un desconocido extrañamente vestido que le observa con curiosidad.  ¿Quién es usted?, preguntó K. incorporándose a medias de la cama.

Las patronas de ambas novelas se comportan de manera similar, como si se sintieran culpables de lo que le sucede a sus inquilinos después de despertar aquella mañana:

A través de la puerta entreabierta apareció la cabeza de la patrona. Raskolnikov se incorporó... Dándose cuenta de que Raskolnikov había vuelto en sí, la patrona, que observaba a través de la puerta, la cerró y desapareció.

Cuando K. volvía a la habitación contigua, se abrió precisamente la puerta opuesta y la señora Grubach se dispuso a entrar. Sólo la vio un instante porque, apenas la reconoció K., ella se turbó visiblemente, pidió perdón y desapareció, cerrando la puerta con el máximo cuidado.

Razumikin se come el desayuno de Raskolnikov y Anastasia se toma una tasa de té. Willem se come el desayuno de K. y Franz se toma una taza de café.

Raskolnikov cree que ya todos saben que él es el asesino, que fingen no saber nada para burlarse de él: -Señor, dime sólo una cosa: ¿lo saben ya, o aún lo ignoran? ¿Y si lo supiera y fingen y se burlan de mí, mientras yo estoy aquí echado, y luego vendrán a decirme que lo saben todo desde el principio, o bien simplemente.?

K. piensa que todo este asunto de la detención puede ser una broma pesada de sus compañeros del banco por ser el día de su cumpleaños, "y, si se trataba de una comedia, quería desempeñar también su papel".

Razumikin se lleva la ropa de Raskolnikov para comprarle ropa de segunda a la medida, pero Raskolnikov cree que es la policía la que se la ha llevado para buscar pruebas que lo inculpen: -¿Dónde están mis ropas? ¡Mis botas no están aquí! ¡Me las han quitado! ¡Escondido! ¡Ya comprendo! ¡Ah, han olvidado el abrigo!

Franz y Willem le piden a Josef K. que les entregue su ropa blanca, con el compromiso de devolvérsela en el caso improbable que su proceso termine bien. "Es mejor que nos dé sus cosas en lugar de dejarlas en el almacén", dijeron, porque en el almacén desaparecen a menudo los objetos y además los venden todos después de cierto tiempo, al margen de que el proceso haya acabado o no".

Nuestros héroes al quedar sin desayuno, lo reemplazan por un vaso de licor:

Raskolnikov, encontró media botella de cerveza -restos del desayuno-, en la que quedaba aún lo suficiente  para llenar un vaso, y la bebió de un trago, con delicia,  como si quisiera apagar un fuego en su pecho. Pero aún no había transcurrido un minuto, cuando el alcohol le subió a la cabeza y un ligero pero agradable escalofrío le recorrió el cuerpo.

Josef K. buscó una botella de aguardiente  de superior calidad que guardaba en un pequeño armario, bebió un vaso, para reemplazar el desayuno, y otro para infundirse valor; en previsión del caso improbable de que tuviera necesidad de valor. K. de pronto se sobresaltó de tal modo al oírse llamar desde la habitación vecina, que el vaso chocó con sus dientes.

Raskolnikov y K. son obligados a mudarse de ropa:

Razumikin regresa con la ropa que ha comprado para su amigo y le hace una exhibición de las prendas: "¡Os aviso que estos pantalones  son mi  orgullo! -Y desplegó delante de Raskolnikov un pantalón  gris de un tejido de lana ligera, para verano". Luego, Razumikin y Anastasia obligaron a Raskolnikov a cambiar sus harapos por la ropa nueva de segunda:

-Y ahora, amigo mío, déjame mudarte de ropa; creo que tu enfermedad está únicamente en tu camisa.

-¡Déjame! ¡No quiero! -rechazó Raskolnikov, enojado. Había permanecido pensativo, mientras escuchaba el recital de las compras realizadas por Razumikin.

-Esto es imposible, amigo mío. ¡De otro modo, por qué iba a gastarme las suelas! -insistió Razumikin-. Anastasia, no tengas vergüenza, ayúdame. ¡Ten, sostén esto! -Y a pesar de la resistencia de Raskolnikov, mudó sus ropas. El otro se dejó caer sobre el sofá y estuvo dos minutos sin pronunciar palabra.

"¡Es que no van a dejarme tranquilo!", pensó.

Cuando el agente Franz, con un grito breve, cortante, ordenó a K. que se presentara ante el inspector, K. se precipitó inmediatamente a la sala contigua. "¿Qué ideas se le ocurren?", gritaron. "¿Quiere presentarse al inspector en mangas de camisa?" ¡Le mandará apalear, y a nosotros con usted!" "¡Déjenme en paz y váyanse al diablo!", grito K., a quien ya habían acorralado hasta su armario ropero. "Si me sorprenden en la cama, no pueden esperar encontrarme vestido de etiqueta."· "No hay nada que hacer", dijeron los guardianes, los cuales, cada vez que K. gritaba, se quedaban muy quietos, casi tristes, y le ponían a él en un estado de gran confusión, o le hacían reflexionar. "¡Qué ceremonias tan ridículas!", murmuró aún, pero estaba ya cogiendo la chaqueta de la silla y la sostuvo en alto con ambas manos, como si la sometiera al juicio de los guardianes. Estos menearon la cabeza. "Tiene que ser una chaqueta negra", dijeron Entonces K. tiró la chaqueta al suelo y dijo -el mismo no sabía en que sentido lo dijo-: "Pero si no se trata del juicio principal." Los guardianes sonrieron, pero se mantuvieron en sus trece: "Tiene que ser una chaqueta negra." "No hay inconveniente, si con ello acelero el asunto", dijo K. El mismo abrió el armario, estuvo un rato buscando entre sus muchos trajes, eligió su mejor traje negro, un chaqué que por su corte casi había hecho sensación entre sus  conocidos, sacó también otra camisa, y empezó a vestirse cuidadosamente.

En esta primera parte, Kafka trae también una escena del encuentro de Raskolnikov y Porfirio en la comisaría -que utilizará en profundidad en la entrevista con el inspector-, en la que Porfirio se burla de aquél diciéndole que parece un niño caprichoso:

-¡Vaya tarea la que tengo con usted! -exclamó Porfirio, con tono alegre, malicioso y tranquilo-. ¿Por qué diablos está usted empeñado en saberlo, si hasta ahora aún no se le ha molestado? Es usted como un niño: ¡quiero que me traigan la luna inmediatamente! ¿Por qué se inquieta de esa forma? ¿Por qué quiere imponerse a mí? ¿Por qué razón? ¿Eh? ¡Je, je, je!

-K. desplegó sus documentos diciendo: "Aquí están mis documentos de identidad". "¿Qué nos importan?, exclamó el guardián más alto. "Se porta peor que un niño. ¿Qué pretende? ¿Quiere terminar rápidamente su importante y maldito proceso discutiendo con nosotros sus guardianes, sobre documentos de identidad y órdenes de detención?"

*

La forma como Kafka parodia en la "Detención" el capítulo (3,II) es la misma como parodia en "Primer interrogatorio" y "En la sala vacía" el capítulo (2,II). En este capítulo de Crimen y castigo, Raskolnikov va a la comisaría atendiendo una extraña citación, que sospecha es una trampa. "Al penetrar en el patio, Raskolnikov observó a la derecha una escalera y un hombre que descendía con unos libros entre las manos. -Un portero; por consiguiente, es aquí-. Empezó a subir, al azar. No pensó en preguntar."  En el patio, K. notó que había varias escaleras y decidió subir al azar, ocurriéndosele preguntar por un carpintero Lanz, para tener la posibilidad de poder mirar dentro de todas las habitaciones y saber dónde se encontraban las oficinas del tribunal. Lo de "carpintero" fue una buena idea porque las oficinas del Tribunal se encontraban en el desván del quinto piso -la buhardilla de Raskolnikov, situada en la Stoliarny Perelouk o calle de los carpinteros.

El interior del edificio del Tribunal adonde llega K. es la comisaría adonde llega Raskolnikov:

"La escalera era estrecha, empinada y llena de basuras. Las cocinas de todos los apartamentos de los cuatro pisos daban a la escalera, y sus puertas estaban abiertas durante casi todo el día. De ellas procedía una atmósfera sofocante. Las habitaciones era minúsculas y bajas de techo." (A Raskolnikov) "Una terrible impaciencia le llevaba cada vez más lejos. Nadie le observaba." (.) "Entró en esta habitación (la cuarta), estrecha y llena de gente."

En los apartamentos del edificio donde funcionaba el Tribunal casi todas las puertas estaban abiertas; se trataba de pequeñas habitaciones de una ventana, donde también se cocinaba". (.) "Antes de llegar al quinto piso, (K.) decidió renunciar a sus pesquisas. Después, sin embargo, volvió a incomodarle lo inútil de todo aquello, se encaminó nuevamente hacia arriba y llamó a la primera puerta del quinto piso." "K. creyó entrar en una asamblea. Una aglomeración formada por gente de la más diversa índole -nadie se ocupó del recién llegado- llenaba una habitación de tamaño mediano, con dos ventanas, circundada por una galería muy próxima al techo, e igualmente ocupada en su totalidad; en ella, la gente tenía que estar agachada y tocaba el techo con la cabeza y la espalda. K., para quien el aire resultaba irrespirable.".

Ahora veamos cómo parodia Kafka lo que le sucedió a Raskolnikov en la comisaría:

Raskolnikov se acercó al secretario de la comisaría, y le extendió la citación para que le informara de qué se trataba su asunto. "El secretario era un hombre muy joven, de unos veintidós años, con un rostro móvil y cetrino, que le hacía parecer mayor; iba vestido con elegancia y peinado cuidadosamente -"sus cabellos estaban separados en el medio por una raya sumamente derecha que le llegaba hasta la nuca"-,  llevaba en los dedos varios anillos, y una cadena de oro pendía de su chaleco. Había incluso pronunciado, con uno de los presentes, unas pocas palabras en un buen francés." El aspecto del secretario contrastaba visiblemente con los funcionarios de menor rango, que vestían casi tan mal como Raskolnikov, que iba en harapos.

En El proceso el "informador" era un  hombre que iba vestido con mucha elegancia y llamaba la atención sobre todo por un chaleco gris terminado en dos puntas agudas."Este señor es el informador", dice la muchacha a K., señalando al hombre elegante, "da a los que esperan todas las informaciones que necesitan, y como nuestra jurisdicción no es muy conocida entre la población, se le piden muchas informaciones. Tiene respuesta para todo. No tiene sino que ponerlo a prueba, si lo desea. Pero éste no es su único mérito. Tiene también el privilegio de la elegancia; nosotros hemos pensado, y por nosotros me refiero a los demás funcionarios, que era preciso vestir elegantemente al encargado de informaciones pues es con él con quien los inculpados deben entenderse en primer lugar. Los demás, como usted mismo puede comprobar al mirarme, estamos bastante peor vestidos, con trajes ya pasados de moda; sin embargo, no tendría mucho sentido que prestáramos mucha importancia a nuestro modo de vestir ya que estamos casi permanentemente en las oficinas; hasta dormimos aquí. Pero, como ya le he dicho, consideramos que era importante que el encargado de informes estuviera bien vestido. Con todo eso, como la administración, que a este respecto es algo singular, no quiso hacerse cargo de los gastos, tuvimos que realizar nosotros mismos una colecta  en la que por lo demás participaron también algunas partes litigantes, de modo que pudimos comprarle este hermoso traje y algunos otros más. Ya estaba preparado para que produjera, por su aspecto, una buena impresión pero su risa lo arruina todo ya que atemoriza a la gente".

En esas aparece el lugarteniente "Pólvora", a quien Raskolnikov, a pesar de su aspecto miserable, observó con fijeza, de tal modo que el otro se sintió ofendido.

-¿Qué es lo que quieres? -gritó, sorprendido sin duda de que un pobre harapiento no quedase fulminado por su turbulenta mirada.

-Me han citado. He recibido un aviso. -respondió Raskolnikov.

-¿A qué hora lo habíamos citado, caballerito?", interrogó el ayudante del comisario, que se exaltaba cada vez más sin razón plausible. "¡Le indicamos que viniera a las nueve y son más de las diez!

-Me lo han entregado aún no hace un cuarto de hora-, respondió Raskolnikov en voz alta, por encima del hombro. También él, de modo súbito e inesperado para sí mismo, empezaba a enfadarse, y hasta encontraba en ello un cierto placer.

-¡Ya es bastante que estando con fiebre haya venido!

 -¡No grite.

-No grito; hablo normalmente; es usted quien levanta la voz.

Lo primero que vio K. en la pequeña estancia fue un gran reloj de pared que ya señalaba las diez. (.) "Un hombrecito grueso y jadeante que hablaba entre grandes risas" -como Porfirio-, al enterarse de la presencia del acusado, sacó el reloj y echó a K. una rápida mirada. "Hubiera debido presentarse hace una hora y cinco minutos", dijo. K. quiso responder algo, pero no tuvo tiempo, porque, apenas había hablado el hombre, se alzó en la mitad derecha de la sala un murmullo general. "Hubiera debido presentarse hace una hora y cinco minutos", repitió entonces el hombre, alzando la voz y echando un vistazo rápido a la sala. Inmediatamente el murmullo se hizo más fuerte, desapareciendo poco a poco, al no decir el hombre nada más. En la sala reinaba ahora un silencio mucho mayor que al entrar K. (.) K. había decidido observar más que hablar, y en consecuencia renunció a defenderse por supuesta tardanza, limitándose a decir: "Aunque pueda haber llegado tarde, ahora estoy aquí".

El lugarteniente del comisario fue presa de un acceso de furor cuando Raskolnikov, lejos de sentirse atemorizado, le contestó con altanería. Turbado por la falta de respeto, quería manifiestamente vengar su amor propio herido, y vertió toda su hiel sobre Luisa Ivanovna, la prostituta alemana que se encontraba en ese momento en la comisaría, "desatando una tempestad con truenos y relámpagos". "¡Otra vez la tempestad, el trueno y los relámpagos, el huracán!", dijo Nikodim Fomitch, el comisario, que en ese momento entraba y escuchó al furioso "Pólvora", a quien se  dirigió amistosa y amablemente. 

Esta tormenta que desata "Pólvora" en la comisaría, la recrea así Kafka en las oficinas del tribunal: "¿No quiere sentarse aquí un poco?", preguntó el informador. "No", dijo K., "no quiero descansar". Lo dijo con la mayor firmeza posible, aunque en realidad le hubiera hecho mucho bien sentarse; estaba como mareado. Creía estar en un barco en medio de una fuerte marejada. Le parecía que el agua se precipitaba contra los tabiques de madera, que venía del fondo del pasillo un bramido como de aguas que rompieran, y que el pasillo se balanceaba de un lado a otro y los encausados que aguardaban a ambos lados se alzaban y hundían. Tanto más incomprensible le resultaba la calma de la muchacha y del hombre que lo llevaban. Estaba en sus manos, si lo soltaban caería como una tabla.

Pero "Pólvora" tiene el corazón de oro, pues como dice Nikodim Fomitch, él no es tan malo como se cree, se engaña, pues "es el más ge-ne-ro-so de los hombres, os lo aseguro. Se ha calentado, se ha encendido, y aquí está el incendio. ¡Todo ha pasado! ¡En definitiva, tiene el corazón de oro!"

El hombre elegante, aunque atemoriza a la gente como Pólvora, también como él es bueno de  corazón: "No es hombre de corazón duro. No está obligado, de ninguna manera, a ayudar a salir de aquí a las partes litigantes enfermas; sin embargo, como usted lo ve, lo hace. Quizá ninguno de nosotros tenga el corazón duro; tal vez a todos nos gustaría ayudar a los acusados, pero como funcionarios judiciales podemos parecer fácilmente duros y poco dispuestos a ayudar a nadie. Yo sufro realmente por eso."

En el momento en que Raskolnikov iba a salir de la comisaría, escuchó que estaban hablando del asesinato de las dos mujeres. "Raskolnikov tomó su sombrero y se dirigió a la puerta, pero no la alcanzó". Cuando volvió en sí, diose cuenta de que estaba sentado en una silla y que alguien le sostenía por el lado derecho, mientras que en el lado izquierdo había un hombre que le ofrecía un vaso conteniendo un agua amarilla. Nikodim Fomitch, de pie frente a él, le contemplaba fijamente. Raskolnikov se levantó de la silla. -¿Qué significa esto? ¿Está usted enfermo? -preguntó Nikodim Fomitch, con brusquedad.

Los personajes del tribunal, que saben que K. está viviendo las aventuras kafkianas de Raskolnikov en la comisaría, están esperando que de un momento a otro K. pierda el sentido, se maree o sufra un cambio notable, que ellos no se quieren perder desde el momento mismo en que se presente, que saben está próximo a producirse de acuerdo al guión original. La muchacha fue la primera en darse cuenta de que la conducta de K. se debía a un ligero malestar. Le trajo una silla y preguntó: "¿No quiere sentarse?" K. se sentó inmediatamente y, para sostenerse mejor, apoyó los codos en los brazos de la silla. "Tiene un poco de mareo, ¿no?, le preguntó. El rostro de ella quedaba ahora muy cerca del suyo; había en él la expresión severa  que algunas mujeres tienen precisamente en la flor de la juventud. "No debe preocuparse", dijo ella, "aquí esto no tiene nada de extraño; casi todo el mundo sufre una indisposición parecida cuando viene por primera vez. ¿Es la primera vez que está aquí? Bueno, entonces no es nada extraordinario. El sol calienta la armadura del tejado y la madera ardiente hace el aire denso y pesado". Pero K. se sentía cada vez peor,  sabía que estaba llamando la atención en el lugar equivocado, y la pintura fresca no era disculpa, como le dijo Porfirio a Raskolnikov.

Finalmente, K. llegó ante la puerta que la muchacha había abierto, y recuperó todas sus fuerzas de golpe: Permaneció inmóvil todavía un momento, se alisó el cabello con ayuda de un espejo de bolsillo, recogió el sombrero, que estaba un escalón más abajo -sin duda el informador lo había lanzado allí- y bajó corriendo la escalera, tan animado y dando pasos tan grandes que casi tuvo miedo del cambio. Su estado de salud, normalmente bueno, nunca le había deparado tales sorpresas.

Ni que decir que así le sucedió a Raskolnikov, luego de su desmayo en la comisaría, quien "Ya en la calle, recuperó por completo el dominio de sí mismo".

*

Los capítulos "Fin" y "El verdugo", como ya esta dicho, salen del capítulo segundo de la segunda parte de Crimen y castigo (2,II). "El verdugo" sale por completo de este capítulo de Dostoievski; es uno de los dos capítulos de El proceso que sólo tienen un bloque -el otro es "Un sueño"-, y aunque en él las relaciones con el texto de Crimen y castigo son más sutiles, no por eso son menos numerosas. En el "Fin", el viaje de K. al patíbulo sale en gran medida del viaje que hace Raskolnikov a las afueras de la ciudad para esconder los objetos robados a la vieja. La piedra bajo la cual Raskolnikov esconde dichos objetos es la misma piedra sobre la cual es recostado K. antes de su asesinato:

Raskolnikov "al pasar por la plaza, observó de repente, a la izquierda, la entrada de un corral rodeado completamente de muros, sin abertura alguna. A la derecha, después de la puerta, se prolongaba en el solar el muro sin ventana de una casa de cuatro pisos... era un lugar aislado... había un cobertizo de piedra... "Este es el lugar apropiado", pensó. Y después de observar alrededor, no viendo a nadie en el corral, atravesó la puerta... después de haber mirado una vez más a su alrededor, repentinamente, frente al muro exterior, descubrió una gran piedra sin tallar... Se inclinó sobre la piedra, la sujetó  fuertemente por su parte alta y, reuniendo todas sus fuerzas, la hizo girar. Bajo la piedra apareció una pequeña cavidad; allí arrojó el contenido de sus bolsillos... Seguidamente, sujetó de nuevo la piedra y la hizo girar; con un solo movimiento, cayó esta sobre el mismo lugar en donde estaba antes, con precisión exacta".

En la última escena de El proceso, K. y sus verdugos "salieron rápidamente de la ciudad que, en aquella dirección, lindaba casi sin transición con los campos. Había una pequeña cantera, abandonada y desierta, en la proximidad de una casa perteneciente todavía a la ciudad". Allí se detuvieron y buscaron un lugar apropiado para asesinar a K., el cual encontraron "cerca de la pared escarpada donde había una piedra desprendida. Los señores sentaron a K. en el suelo, lo apoyaron contra la piedra y le recostaron la cabeza encima... Entonces, uno de los señores se abrió la levita y sacó de una funda, que colgaba de un cinto que le ceñía el chaleco, un cuchillo de carnicero largo y delgado, afilado por ambos lados, lo levantó en alto y probó su filo... las manos de uno de los señores estaban ya en su garganta, mientras el otro le clavaba el cuchillo en el corazón, haciéndolo girar allí dos veces". (Como dos veces hizo girar la piedra Raskolnikov)

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Hasta donde tiene noticias el autor de este ensayo, sólo el profesor Pietro Citati, en su biografía Kafka, identifica la sede del Tribunal de El proceso como el edificio de la comisaría de Crimen y castigo adonde acude Raskolnikov:

"Al escribir El proceso Kafka ha rendido un leve homenaje a su gran maestro al identificar las oficinas de la policía de Crimen y castigo, donde reina Porfiri Petrovich, el bufonesco juez del "subsuelo", con la primera sede del Tribunal, como para significar que también él había bajado al "subsuelo"de Dios. La primera casa del Tribunal es alta, gris, habitada por gente pobre: el pasillo está lleno de cajas cerradas, tres entradas llevan a otras tantas escaleras; en la escalera por donde sube Josef K., las puertas de los apartamentos están abiertas, y en las pequeñas habitaciones-cocinas, las mujeres tienen en los brazos a los niños de pecho y trabajan en las hornallas y muchachas semidesnudas corren atareadas. En el quinto piso, sede del Tribunal, una mujer lava pañales en un cubo: en la escuálida habitación vecina el aire está lleno de vapores, la luz sucia del día vuelve blancuzca y enceguecedora la atmósfera; en el piso superior, donde están los desvanes, hay un largo corredor, dividido por puertas rotas, casi sin luz, con largos bancos de madera, en los que esperan los acusados, con la espalda doblada y las piernas encogidas, semejantes a mendigos. Detrás de simples verjas de madera están los despachos, donde los funcionarios pasan la noche: los inquilinos cuelgan la ropa para que se seque; el aire es sofocante y pesado y Josef K. está a punto de desvanecerse como Raskolnikov en la oficina de San Petersburgo." (3)

En realidad la sede del Tribunal corresponde a cuatro lugares distintos de Crimen y castigo, ya que, en un plano general, es la casa de la vieja usurera, "un edificio de dimensiones colosales"; el interior del edificio del Tribunal es la comisaría adonde llega Raskolnikov atendiendo una citación, que describe muy bien Citati; la sala de audiencias, en la que Josef K. es interrogado, es la habitación de Catalina Ivanovna, quien es la encargada de recibirlo; y en el desván del quinto piso, donde funcionan las oficinas del Tribunal, se encuentra la sala de espera salida de la buhardilla de Raskolnikov. Es así como Kafka desmonta las locaciones de Crimen y castigo y, a la manera de un juego de mecano, con esos materiales construye su topografía imaginaria mediante una condensación de tipo onírico.

V. La estructura

De los dos primeros legajos salieron los seis primeros capítulos de la novela, los cuales Brod editó en un orden que ha sido objeto de múltiples cuestionamientos. Tabla I.

Tabla I

1. Detención

2. Capítulo de F. B.

3. Primer interrogatorio

4. En la sala vacía

5. La amiga de B.

6. El verdugo

La principal objeción de los estudiosos de la novela a este orden es que, de acuerdo a la temporalidad del relato, el capítulo "La amiga de B." debe ir de tercero y no de quinto. Brod así lo reconoció en el postfacio a la tercera edición de 1946, en donde escribe que probablemente Kafka tenía pensado este capítulo en el lugar que dicen le corresponde. A pesar de todo, la novela siguió apareciendo con el orden que inicialmente Brod le dio, hasta la última edición de las obras completas en la que apareció la edición "definitiva" de la editorial Fischer, en la que mandaron el capítulo "La amiga de B." a la picota del apéndice con grave perjuicio para la obra como se verá, pues rompe la continuidad de la estructura.

La gráfica 3, que representa la estructura de estos capítulos, en la que los distintos colores corresponden a los  distintos bloques que la conforman,  evidencia una grave falla: los bloques I y II, lo mismo que III y IV están separados, no encajan, la estructura está desvertebrada, no tiene continuidad.

 

 

Pero si ponemos "La amiga de B." como capítulo tercero, la estructura se solidifica, pues las piezas se ensamblan, encontrando así el orden correcto en el que deben ir las fichas del rompecabezas Fig. 4.

 

Ahora veamos las estructuras de los capítulos del legajo 3, y las de los capítulos con ellos asociados, Fig. 5:

 

Si unimos las estructuras parciales, representadas en las figuras 4 y 5, tenemos la estructura completa y el orden de los capítulos. Fig. 6:

 

 

En la estructura representada en la Fig. 6, podemos observar una  discontinuidad entre los capítulos "El verdugo" y "El fiscal" -las piezas no encajan-, punto de ruptura que surge debido a que la estructura no es lineal, sino circular, teniendo como punto de giro el "Fin", capítulo final que es a la vez el centro de gravedad de la estructura, y el  punto que une el principio -color amarillo- y el final -color verde- de la construcción, una proeza arquitectónica sin precedentes, pues se trata de un edificio cuya parte superior es al mismo tiempo la base que sostiene la estructura. Fig. 7.

 

 

 

La "estructura" fue uno de los secretos de Kafka mejor guardados, lo que explica que, hasta el presente, no se conozcan los cuadernos de trabajo o documentos en los que se puedan apreciar  los esquemas de las estructuras de sus obras. Estos materiales, que debieron ser voluminosos, lo más probable es que hayan desaparecido devorados por el fuego. Una pérdida lamentable porque en el "taller de Kafka" se encontraban valiosos descubrimientos literarios, verdaderos tesoros del oficio de escritor, taller que, además, daba fe de los ingentes esfuerzos que le demandaba a Kafka la escritura de sus obras, de lo que dejó numerosos testimonios en los Diarios. Pero la "estructura" era su máximo orgullo y no la rodeó de un silencio absoluto, refiriéndose a ella alegóricamente, como era su estilo, en narraciones como La construcción y Preocupaciones de un jefe de familia.

La construcción, escrita en el último año de su vida, se inicia con las siguientes palabras:

"He presentado la obra y me parece bien lograda. Desde afuera sólo se ve un gran agujero que en realidad no conduce a ninguna parte, ya que a los pocos pasos se tropieza con roca. No quiero jactarme de haber ejecutado esta treta en forma deliberada; es más bien el sobrante de uno de los numerosos y vanos intentos de construcción, pero finalmente, me pareció ventajoso dejar este agujero sin rellenar. Desde luego hay astucias que, por sutiles, se aniquilan por sí solas, eso lo sé mejor que nadie, e indudablemente constituye una audacia llamar la atención con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno de ser investigado. Sin embargo, se equivoca quien crea que soy cobarde y que sólo por cobardía ejecuto la obra. A unos mil pasos de este agujero se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso, tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente, alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría al aire y quien tuviera ganas -nótese, sin embargo, que se requerirían dotes no demasiado frecuentes-podría penetrar y destruirlo todo para siempre."

En La construcción -que podemos considerar su testamento literario-, Kafka expresó los temores que lo asaltaban de sólo pensar en la posibilidad de que sus enemigos -los lectores-, pudieran penetrar en su madriguera, la "estructura", en cuyo interior quería permanecer oculto y solitario, protegiendo su intimidad, pues "la he hecho para mí, no para visitantes". Pero Kafka estaba perdido; su fortaleza no era inexpugnable: bastaba que un ser insignificante, "cualquier pequeño ser repugnante"  lo siguiera con curiosidad, para que, "sin saberlo, se convierta en el guía del mundo contra mí".

VI. El apéndice

Franz Kafka concibió El proceso con unas reglas de construcción claras y sólidas, y cuando las dejó de lado, se encontró en un callejón sin salida. Desde el punto de vista macro, la regla más importante es, sin duda, que a bloques de Crimen y castigo, corresponden bloques de El proceso. Si se mira la estructura, se comprobará a simple vista que los colores tienden a estar agrupados, lo que indica que su distribución en la estructura no es fruto del azar. Precisamente por eso hablamos de "estructura", porque es una construcción coherente en el que las piezas se ensamblan de acuerdo a un plan determinado. Entre más respeta Kafka la estructura de Dostoievski, mejor le queda la propia; y cuando trata de apartarse, de romper la estructura de Crimen y castigo, se mete en problemas y termina siempre abandonando el capítulo.

El capítulo "A casa de Elsa" ejemplifica muy bien lo que acabamos de decir; es un capítulo fracasado porque Kafka cometió en él dos faltas graves: traicionó la anécdota y quebró la estructura, lo que lo obligó a abandonar su escritura porque sabía que no tenía cabida en la novela sin grave perjuicio para ésta. Lo más probable es que "A casa de Elsa" estuviera pensado para ocupar el lugar donde se le encontró, es decir, a continuación de "El verdugo", que es un capítulo intermedio. Pero "A casa de Elsa" desde el punto de vista anecdótico y estructural pertenece al final. En el penúltimo capítulo de Crimen y castigo, Raskolnikov va a casa de la madre para despedirse, y luego, en el último capítulo, va a la habitación de Sonia para también despedirse antes de entregarse. En El proceso tenemos el capítulo "Viaje a casa de la madre", la versión kafkiana del viaje de Raskolnikov a casa de la madre y lo más probable es que "A casa de Elsa" sea el equivalente de "A casa de Sonia". Kafka no pudo acomodar el capítulo "A casa de Elsa" en la mitad de la historia, y lo abandonó.

El "Fiscal" es el caso contrario y parecido al anterior. Un capítulo que es intermedio lo quiere poner entre los últimos. Razumikin, el amigo de Raskolnikov, tenía un tío que vivía en el campo -como K.-, que decidió establecerse en San Petersburgo. Para inaugurar el apartamento hicieron una reunión a la que asistieron jueces, funcionarios de la comisaría, abogados y estudiantes de derecho. Este pasaje de Crimen y castigo, antecedente del primer encuentro de Raskolnikov y Porfirio, que Kafka recrea en "El tío",  inspiró el "Fiscal". Era un capítulo intermedio. Pero Kafka utilizó hacia el final del capítulo, la primera parte de Crimen y castigo, con la que construyó el final de la novela -color verde-, lo que introducía serias perturbaciones en la estructura de la obra, Fig. 6.  Kafka interrumpió el final del "Fiscal", en el que aparecen la madre y el padre de K., y empezó un capítulo diferente, "Viaje a casa de la madre" -y probablemente "Un sueño"-, lo que explica porque el "Fiscal" y "Viaje a casa de la madre", están en los manuscritos, el uno a continuación del otro. El "Fiscal", pues, no es un capítulo inconcluso, sino mal terminado. Kafka concibió en un principio el "Fiscal" y "Viaje a casa de la madre" como un mismo capítulo, pero se dio cuenta que eran dos capítulos distintos y los separó, aunque en los manuscritos, como está dicho, quedaron el uno a continuación del otro (Fig. 1).

"Un sueño" es el capítulo que Kafka le dedicó al padre en la novela; es el más corto, el más denso y el más hermoso. Brod lo encontró entre los legajos de El proceso, pero consideró erróneamente que estaba sin terminar y, para peor, como Kafka lo había publicado como relato independiente, no sintió la necesidad de publicarlo ni siquiera en el apéndice de la novela, error que han venido cometiendo desde entonces los editores. Kafka sentía un aprecio especial por ese capítulo. Las narraciones de  "Un médico rural" están dedicadas al padre porque Kafka incluyó en ellas este capítulo, que, contrariando su costumbre, publicó varias veces en vida. Uno de los errores más lamentables en las ediciones de El proceso es no haber incluido este capítulo principal en la novela.

Colofón

Muchos se preguntarán por qué Kafka escribía de manera tan complicada, por qué tenía que utilizar la novela de otro autor para contar sus propias historias. La respuesta es que Kafka sentía una necesidad imperiosa de escribir sobre su vida personal más íntima, pero era a la vez un hombre nada indiscreto, frío y distante, afecto al secretismo como pocos, incapaz de exponer su corazón al desnudo ante la mirada curiosa de los lectores. La manera  como resolvió el dilema honra su genialidad: utilizó, cual cazador furtivo, Crimen y castigo para que fueran los ocultos personajes de Dostoievski los que contaran su biografía íntima, y dejó a sus propios personajes la tarea de representar una obra magnifica, cautivante y misteriosa, que distrajera a los lectores, sin lograr del todo su objetivo, pues no pudo impedir que la historia latente perturbara a los más agudos, que incómodos presentían algo más allá del texto, sin lograr nunca precisar qué era. De ahí la búsqueda de una clave y la nutrida gama de interpretaciones que desde décadas ha enriquecido la bibliografía kafkiana.

Kafka no copia a Dostoievski, sino que utiliza su novela con una economía de recursos magistral para poder contar algo que de otra manera sería imposible sin caer en el improperio y la vulgaridad. Kafka logra expresar en una frase y al mismo tiempo lo que se puede decir públicamente y los pensamientos más sórdidos y oscuros que la discreción y las conveniencias obligan a ocultar. En una carta a Ottla, su hermana menor, del 10 de julio de 1914, cuando el tema del rompimiento del compromiso matrimonial de Kafka y Felice estaba caliente, escribe: "Yo, Ottla, no escribo como hablo, ni hablo como pienso, ni pienso como debería pensar, y así de largo hasta la más profunda oscuridad". Y remata la carta con la siguiente postdata, que lo pinta de pies a cabeza: "Salúdame a todos. No enseñes esta carta a nadie, ni la dejes a la vista. Sería mejor que la rompieras en pedazos, y que después los repartieras entre las gallinas del patio. No tengo secretos con las gallinas".

El palimpsesto le permite a Kafka expresar con toda la crudeza posible y en secreto lo que  piensa de Felice, la novia con la que se iba a casar y que aparece en El proceso como tres personajes distintos. Está Fräulein Bürstner, la callejera, cuyas iniciales F. B. coinciden con las de Felice Bauer, que representa a la Felice soltera y liberada, la mujer independiente que frecuentaba tabernas en donde bailaba tango, un baile considerado indecente, hasta altas horas de la madrugada. Esta señorita Bürstner, cuyo apellido significa "follar", en la historia secreta es Sonia, la prostituta de Crimen y castigo. En la novela también aparece Felice, tal y como se la imaginaba Kafka casada, ahora encarnada en su patrona, la señora Grubach, una mujer gorda, metiche, estúpida y camandulera, que caracteriza a través de Praskovia Pavlovna, la patrona de Raskolnikov, de la que Dostoievski dice que era "pudibunda más allá de toda necesidad". Por eso la habitación de la señora Grubach estaba amoblada con muebles grandes y pesados como los que escogió Felice para su frustrada vida matrimonial con Kafka. Además de la prostituta y la mojigata, tenemos la víctima, la novia abandonada que clama venganza, que no es otra que Alena, la vieja usurera que Raskolnikov asesina, la primera que aparece en escena, quien mira a Josef K. con curiosidad inusitada, como nota el propio K., cuando al despertar, abre los ojos y la ve detrás de la ventana momentos antes de su detención.

Kafka logra estas caracterizaciones mediante diálogos, lugares o situaciones salidas de Crimen y castigo, trayendo a veces escenas completas con una literalidad increíble. Es el caso de la escena en la que Raskolnikov confiesa a Sonia su crimen, sin sospechar que tras la puerta que comunica la habitación de Sonia con una habitación que suponen vacía, Svidrigailov escucha las palabras del asesino. En El proceso Josef K. "confiesa" a la señorita Bürstner, con un tono dramático tras el cual asoma la burla, la detención de esa mañana y el interrogatorio que se llevó a cabo en el cuarto de ella, sin sospechar que tras la puerta de la habitación de la señorita Bürstner que comunica con una habitación que K. supone vacía, escucha las palabras de K. el capitán Lanz, sobrino de la patrona y el vivo retrato de Svidrigailov según la descripción de esos personajes en las dos novelas. Así las cosas, Josef K. es Raskolnikov, Fräulein Bürstner es Sonia y el capitán Lanz es Svidrigailov. Pero, a decir verdad, las cosas no son tan simples, pues a veces Josef K. es Svidrigailov, el hombre que se quiere casar con Dunia, su hermana en la novela de al lado, e incluso Lujine, su  prometido. El proceso tiene como tema central el rompimiento del compromiso matrimonial de Kafa y Felice, pero uno de sus temas colaterales principales es el incesto, con el que Kafka se divierte tras las puertas herméticas del palimpsesto (4).



(1)     Sánchez Trujillo Guillermo, Crimen y castigo de Franz Kafka, Universidad Autónoma Latinoamericana, Medellín-Colombia, 2002.

(2)      Una discusión completa sobre las relaciones entre las dos obras se encuentra en el libro de la nota anterior.

(3)     Pietro Citati, Kafka, Ediciones Cátedra, S.A., 1993, pag. 124

(4)      Para más detalles ver el capítulo VII. El tío. Leni, de Crimen y castigo de Franz Kafka.

 

 




© Guillermo Sánchez Trujillo, 2004



 
     
 
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