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Kafka El enigma de los manuscritos Guillermo Hernando Sánchez Trujillo Ensayista, escritor [ Autor de Crimen y castigo de Franz Kafka (2002), El crimen de Kafka. Caso cerrado (2006), El juego de Kafka : Desciframiento de "El proceso" (2011) y Los secretos de Kafka (2012). Es autor, también, de una edición crítica de El proceso (2005) ] -------------------------------------------------------------------------------- "¿Siguen mis enemigos el
verdadero rastro I.
Los manuscritos Pero Brod estaba dispuesto
a imponer su punto de vista, y como la esfera de la santidad es cercana
a la de la perfección, era necesario maquillar un poco la obra de Kafka,
pues había quedado sin terminar, para que no fuera a dar la idea de
algo inacabado e imperfecto, lo que podría llevar a la crítica a subvalorar
esta obra capital. Fue así como Brod proporcionó
títulos, encabezamientos de capítulos, tabla de contenido (para las
tres novelas), puntuación y ortografía alemana estándar, en algunos
casos incluso escribió frases de transición y finales. Poco de esto
se sabía porque Brod mantuvo un control absoluto y exclusivo sobre los
manuscritos hasta su muerte ocurrida en 1968 en Tel Aviv. El proceso fue una de las obras que más sufrió con la intervención
de Brod, pues sólo publicó en la primera edición de 1925, un año después
de la muerte de Kafka, los capítulos que consideró estaban terminados,
dejando para una segunda edición los capítulos a su juicio sin terminar,
que incluyó en un apéndice. Como Brod no pudo fundamentar las razones
que le habían guiado al establecer la sucesión de los capítulos, desde
mediados del siglo XX, los filólogos alemanes trataron de ordenar la
novela con criterios científicos, preguntándose, entre otras cosas,
dónde colocar en el cuerpo central de la obra los capítulos que
Brod había mandado al apéndice, labor que se vio dificultada enormemente
por la imposibilidad de acceder a los originales. II.
El Enigma Después de la muerte de Brod,
al quedar los manuscritos de El
proceso a disposición de los especialistas la confusión fue mayor,
pues el "orden" en que Kafka los dejó no aportaba ninguna
luz, sino que hacía el problema del ordenamiento prácticamente irresoluble.
Los capítulos estaban en sobres sin numerar, en los que había desde
una hoja hasta legajos con decenas de hojas, que correspondían a varios
capítulos, sin ningún orden aparente, ya que, por ejemplo, el capítulo
final en el que Josef K. es asesinado, encabezaba uno de los tres legajos
que incluían varios capítulos. Fig 1.
A pesar de los minuciosos
estudios que se hicieron de estos manuscritos, como análisis grafológico,
calidad del papel, marcas de agua, formato de los cuadernos, calidad
y color de la tinta, e incluso intentos desesperados por utilizar la
estadística para fechar los distintos capítulos, los manuscritos permanecieron
imperturbables sin dar a conocer sus secretos.
Nunca se supo por qué estaban estos capítulos reunidos
en ese orden en los manuscritos. Reiner Stach, en su biografía
Kafka, se hace eco de este
fracaso cuando escribe que "El
proceso de Kafka es un monstruo. Nada es aquí normal, nada es sencillo.
Ya se dedique uno al origen, al manuscrito, a la forma, al contenido
o a la interpretación de la novela, el hallazgo siempre es el mismo.
Tinieblas, allá donde se mire". III.
El proceso es un palimpsesto Encontrar la relación que
existe entre los capítulos de los manuscritos, de modo que explique
por qué se encuentran reunidos en un mismo legajo
y, a la vez, permita ordenar la novela, resulta imposible de
lograr a partir de los capítulos mismos, como lo han podido constatar
los estudiosos europeos que se han dedicado a este asunto en los últimos
tiempos. Sin embargo, a pesar de las "tinieblas" que han
rodeado la novela, siempre se pensó que existía una clave que permitiría adentrarnos en los
secretos de la obra, hipótesis que cayó en descrédito al no encontrarse
ninguna a pesar de los esfuerzos hechos para encontrarla. Pero la clave existe: "El proceso es un remake de Crimen y castigo en
el que Kafka utiliza la obra de Dostoievski para narrar de manera críptica
algunos aspectos de sus relaciones con Felice Bauer,
particularmente las relativas a su fallido compromiso matrimonial, cuya
ruptura es el tema principal de la novela" (1). Partiendo de este hecho, el
análisis nos permite establecer las relaciones que existen entre los
capítulos de los manuscritos, y el enigma desaparece. IV. Los bloques El proceso es una estructura monumental construida con "bloques"
de Crimen y castigo, que le
dan la forma y solidez de una muralla, tras la cual Kafka intentó proteger
su intimidad. Los bloques son de distinto tamaño y se utilizan en variadas
proporciones. Hay bloques que salen de un solo capítulo y otros que
constan de varios. En total se han identificado diez bloques que Kafka
usa de forma sistemática, correspondiendo casi siempre a un bloque de
Crimen y castigo un bloque
de El proceso. De ahí que
la novela de Kafka esté armada a la manera de un rompecabezas cuyas
piezas -los capítulos- encajan perfectamente unos con otros. Por lo
tanto, al identificar los bloques con que está hecho cada capítulo y ensamblar las piezas, queda resuelto automáticamente el problema
del orden, ya que solo se necesita respetar la continuidad de la estructura. Los
bloques tienen todos funciones estructurales y anecdóticas precisas.
De los tres encuentros de Raskolnikov con Porfirio, por ejemplo, salen
sendos bloques que son la columna vertebral de la novela. El primero
de estos encuentros, en la casa de Porfirio, es el bloque con el que
Kafka construye el capítulo "El tío", una copia fiel del original. Sólo
hay que reemplazar a Raskolnikov por Josef K., a Razumikin por el tío,
al juez Porfirio por el abogado Huld y al secretario de la comisaría
por el señor director de la secretaría. De lo anterior se saca una conclusión
tan sorprendente como esclarecedora: el abogado defensor de Josef K.
es en realidad el juez que lo persigue; eso explica la presencia del
retrato del juez de instrucción en el despacho del abogado, y lo contraproducentes
que resultan para Josef K. las gestiones de su defensor. En una estructura todas sus partes son importantes, pero existen piezas que son fundamentales, como las bases y las columnas que la sostienen. En el caso de El proceso existe un bloque que destaca por su tamaño e importancia, con el que Kafka construyó el principio y el final de la novela, y que le sirvió para trazar el plan general de la obra, cuya estructura este bloque sostiene. El bloque está compuesto por los tres primeros capítulos de la segunda parte de Crimen y castigo, que Kafka utiliza siguiendo la dirección de la grafía hebrea, de derecha a izquierda, como muestra la figura 2.
Estos
capítulos de El proceso, que
salen del bloque en cuestión, hacen parte de los Legajos 1 y 2 de la
figura 1. De ahí que los manuscritos -en conjunción con el bloque- nos
cuentan una historia llena de revelaciones, que explican muchas cosas.
Resulta obvio, a estas alturas, la razón por la que se encuentran reunidos
los capítulos de los legajos 1 y 2, ya que tienen la misma raíz, salen
del mismo bloque. El orden en que aparecen los capítulos en los manuscritos,
muestra que Kafka trabajaba por "locaciones", como hacen los cineastas,
que graban de una vez todas las escenas que corresponden a un determinado
espacio, y luego en el proceso de edición las colocan en el lugar correspondiente.
En
el caso de Kafka, las locaciones son los bloques de Crimen y castigo, que Kafka agotaba de una vez, escribiendo en forma
simultánea o en sucesión todos los capítulos que salían de un mismo
bloque o grupo de bloques. Esto explica por qué el capítulo "La amiga
de B.", que sale de un bloque distinto, fue escrito después de "Primer
interrogatorio" y "En la sala vacía", cuando en el orden de la novela
es anterior a ellos. Lo más probable entonces es que Kafka trabajó simultáneamente
en los dos legajos, escribiendo al tiempo el principio y el final de
la novela, los dos extremos de la obra, que saca de dos capítulos consecutivos
de Crimen y castigo. Así, Kafka
fue uno de los primeros escritores, si no el primero, en utilizar el
montaje cinematográfico como técnica literaria. Una pregunta que surge de
inmediato es ¿por qué Kafka escogió
estos capítulos de Crimen y castigo
para empezar la construcción de su obra? Una respuesta probable es la
astucia dramática de Kafka, que al empezar la novela con los primeros
capítulos de la segunda parte de Crimen
y castigo, nos introduce en la trama después de aquello, enfrentándonos
a una serie de personajes y situaciones que no comprendemos en absoluto,
pues no tenemos noticia alguna del crimen del capítulo anterior, entrando
de inmediato en los terrenos del misterio y del absurdo. Imaginemos
por un momento que Dostoievski hiciera lo mismo; que no mencionara el
crimen de Raskolnikov en toda la obra, que no supiéramos nada del asesinato
de las dos mujeres, pero en cambio aparecieran todas las escenas -lavadas
de crimen- con sus personajes, lugares y situaciones. En este caso tendríamos
un Crimen y castigo muy distinto al que conocemos -sin crimen-, un Proceso enigmático, surrealista y sin
sentido. Kafka, como maestro artesano
consumado que era, concibe y empieza el proceso de escritura con el
principio y el final de la novela, imprimiéndole una dirección inequívoca
a la obra, muy conveniente por lo demás, dadas las dificultades técnicas
del proyecto, que hacía necesario trabajar de acuerdo con un plan estricto,
"un guión de hierro", si se quería llevar a feliz término
esta complejísima obra, que se adelantaba décadas a las técnicas narrativas
más avanzadas tanto de la literatura como del cine, y que tienen como
base operativa los mecanismos del sueño. El
proceso es una gran obra de arquitectura literaria con una estructura
predeterminada en todos sus detalles fundamentales, gracias al sofisticado
grado de sistematización y control de la escritura kafkiana, que contradice
la creencia muy difundida entre sus biógrafos de que Kafka era un improvisador,
un iluminado desbocado "que se dejaba arrastrar por una corriente de
asociaciones", que "podía indicarle la dirección, pero casi nunca la
meta". Kafka
usa la obra de Dostoievski profusamente, a veces con una literalidad
pasmosa, hasta el punto que no se entiende cómo es posible que hasta
el presente no se hubiera visto la semejanza entre las dos obras (2).
Casi todas las escenas de la detención salen del tercer capítulo de
la segunda parte de Crimen y castigo,
y las que no, salen de otras partes de la novela de Dostoievski: el
hombre extrañamente vestido que entra a la habitación de K.; el desayuno
de K. que se comen los agentes; la ropa que le quieren robar y el hecho
de que lo obliguen a cambiarse de ropa; la patrona que mira a hurtadillas
al inquilino, como si se sintiera culpable de algo; el vaso de licor;
la actitud de K., que piensa que probablemente todo ese asunto de la
detención no es más que una broma que le quieren jugar los compañeros
de trabajo el día de su cumpleaños, etc. Basta hacer una lectura paralela
de estos dos capítulos, para tener una idea bastante aproximada de la
forma como Kafka parodia la obra de Dostoievski: En el capítulo 3 de la 2ª parte de Crimen y castigo -(3,II)-, Raskolnikov despierta y a su lado, junto la cabecera, estaba Anastasia -la cocinera de la patrona-, acompañada por un desconocido que vestía un caftán y le observaba
con curiosidad. Raskolnikov, que tiene el peso de la culpa, cree que
se trata de un policía que ha ido a detenerlo y pregunta atemorizado:
-¿Usted. quién es usted? En
El proceso, K. despierta y toca la campanilla para que Anna -la
cocinera de la patrona- traiga el desayuno y, en lugar de ésta, entra
un desconocido extrañamente vestido que le observa con curiosidad. ¿Quién es usted?, preguntó K. incorporándose a medias de la cama. Las
patronas de ambas novelas se comportan de manera similar, como si se
sintieran culpables de lo que le sucede a sus inquilinos después de
despertar aquella mañana: A
través de la puerta entreabierta apareció la cabeza de la patrona. Raskolnikov
se incorporó... Dándose cuenta de que Raskolnikov había vuelto en sí,
la patrona, que observaba a través de la puerta, la cerró y desapareció. Cuando
K. volvía a la habitación contigua, se abrió precisamente la puerta
opuesta y la señora Grubach se dispuso a entrar. Sólo la vio un instante
porque, apenas la reconoció K., ella se turbó visiblemente, pidió perdón
y desapareció, cerrando la puerta con el máximo cuidado. Razumikin
se come el desayuno de Raskolnikov y Anastasia se toma una tasa de té.
Willem se come el desayuno de K. y Franz se toma una taza de café. Raskolnikov
cree que ya todos saben que él es el asesino, que fingen no saber nada
para burlarse de él: -Señor, dime
sólo una cosa: ¿lo saben ya, o aún lo ignoran? ¿Y si lo supiera y fingen
y se burlan de mí, mientras yo estoy aquí echado, y luego vendrán a
decirme que lo saben todo desde el principio, o bien simplemente.? K.
piensa que todo este asunto de la detención puede ser una broma pesada
de sus compañeros del banco por ser el día de su cumpleaños, "y, si se trataba de una comedia,
quería desempeñar también su papel". Razumikin
se lleva la ropa de Raskolnikov para comprarle ropa de segunda a la
medida, pero Raskolnikov cree que es la policía la que se la ha llevado
para buscar pruebas que lo inculpen: -¿Dónde
están mis ropas? ¡Mis botas no están aquí! ¡Me las han quitado! ¡Escondido!
¡Ya comprendo! ¡Ah, han olvidado el abrigo! Franz
y Willem le piden a Josef K. que les entregue su ropa blanca, con el
compromiso de devolvérsela en el caso improbable que su proceso termine
bien. "Es mejor que nos dé sus cosas en lugar de
dejarlas en el almacén", dijeron, porque en el almacén desaparecen a
menudo los objetos y además los venden todos después de cierto tiempo,
al margen de que el proceso haya acabado o no". Nuestros
héroes al quedar sin desayuno, lo reemplazan por un vaso de licor: Raskolnikov, encontró media
botella de cerveza -restos del desayuno-, en
la que quedaba aún lo suficiente para
llenar un vaso, y la bebió de un trago, con delicia, como si quisiera apagar un fuego en su pecho.
Pero aún no había transcurrido un minuto, cuando el alcohol le subió
a la cabeza y un ligero pero agradable escalofrío le recorrió el cuerpo.
Josef K. buscó una botella
de aguardiente de superior calidad
que guardaba en un pequeño armario, bebió
un vaso, para reemplazar el desayuno, y otro para infundirse valor;
en previsión del caso improbable de que tuviera necesidad de valor.
K. de pronto se sobresaltó de
tal modo al oírse llamar desde la habitación vecina, que el vaso chocó
con sus dientes. Raskolnikov y K. son obligados
a mudarse de ropa: Razumikin
regresa con la ropa que ha comprado para su amigo y le hace una exhibición
de las prendas: "¡Os aviso que estos pantalones son mi orgullo!
-Y desplegó delante de Raskolnikov un pantalón gris de un tejido de lana ligera, para verano". Luego, Razumikin y Anastasia obligaron a Raskolnikov a cambiar sus harapos
por la ropa nueva de segunda: -Y
ahora, amigo mío, déjame mudarte de ropa; creo que tu enfermedad está
únicamente en tu camisa. -¡Déjame!
¡No quiero! -rechazó Raskolnikov, enojado. Había permanecido pensativo,
mientras escuchaba el recital de las compras realizadas por Razumikin. -Esto
es imposible, amigo mío. ¡De otro modo, por qué iba a gastarme las suelas!
-insistió Razumikin-. Anastasia, no tengas vergüenza, ayúdame. ¡Ten,
sostén esto! -Y a pesar de la resistencia de Raskolnikov, mudó sus ropas.
El otro se dejó caer sobre el sofá y estuvo dos minutos sin pronunciar
palabra. "¡Es
que no van a dejarme tranquilo!", pensó. Cuando el agente Franz, con
un grito breve, cortante, ordenó a K. que se presentara ante el inspector,
K. se precipitó inmediatamente a la sala contigua.
"¿Qué ideas se le ocurren?", gritaron. "¿Quiere presentarse al inspector
en mangas de camisa?" ¡Le mandará apalear, y a nosotros con usted!"
"¡Déjenme en paz y váyanse al diablo!", grito K., a quien ya habían
acorralado hasta su armario ropero. "Si me sorprenden en la cama, no
pueden esperar encontrarme vestido de etiqueta."· "No hay nada que hacer",
dijeron los guardianes, los cuales, cada vez que K. gritaba, se quedaban
muy quietos, casi tristes, y le ponían a él en un estado de gran confusión,
o le hacían reflexionar. "¡Qué ceremonias tan ridículas!", murmuró aún,
pero estaba ya cogiendo la chaqueta de la silla y la sostuvo en alto
con ambas manos, como si la sometiera al juicio de los guardianes. Estos
menearon la cabeza. "Tiene que ser una chaqueta negra", dijeron Entonces
K. tiró la chaqueta al suelo y dijo -el mismo no sabía en que sentido
lo dijo-: "Pero si no se trata del juicio principal." Los guardianes
sonrieron, pero se mantuvieron en sus trece: "Tiene que ser una chaqueta
negra." "No hay inconveniente, si con ello acelero el asunto", dijo
K. El mismo abrió el armario, estuvo un rato buscando entre sus muchos
trajes, eligió su mejor traje negro, un chaqué que por su corte casi
había hecho sensación entre sus conocidos,
sacó también otra camisa, y empezó a vestirse cuidadosamente. En
esta primera parte, Kafka trae también una escena del encuentro de Raskolnikov
y Porfirio en la comisaría -que utilizará en profundidad en la entrevista
con el inspector-, en la que Porfirio se burla de aquél diciéndole que
parece un niño caprichoso: -¡Vaya
tarea la que tengo con usted! -exclamó Porfirio, con tono alegre, malicioso
y tranquilo-. ¿Por qué diablos está usted empeñado en saberlo, si hasta
ahora aún no se le ha molestado? Es usted como un niño: ¡quiero que
me traigan la luna inmediatamente! ¿Por qué se inquieta de esa forma?
¿Por qué quiere imponerse a mí? ¿Por qué razón? ¿Eh? ¡Je, je, je! -K.
desplegó sus documentos diciendo: "Aquí están mis documentos de
identidad". "¿Qué nos importan?, exclamó el guardián más alto.
"Se porta peor que un niño. ¿Qué pretende? ¿Quiere terminar rápidamente
su importante y maldito proceso discutiendo con nosotros sus guardianes,
sobre documentos de identidad y órdenes de detención?" * La forma como Kafka parodia
en la "Detención" el capítulo (3,II) es la misma como
parodia en "Primer interrogatorio" y "En la sala vacía" el capítulo
(2,II). En este capítulo de Crimen y castigo, Raskolnikov va a la comisaría atendiendo una extraña
citación, que sospecha es una trampa. "Al penetrar en el patio, Raskolnikov
observó a la derecha una escalera y un hombre que descendía con unos
libros entre las manos. -Un portero; por consiguiente, es aquí-. Empezó
a subir, al azar. No pensó en preguntar." En el patio, K. notó que había varias escaleras
y decidió subir al azar, ocurriéndosele preguntar por un carpintero
Lanz, para tener la posibilidad de poder mirar dentro de todas las habitaciones
y saber dónde se encontraban las oficinas del tribunal. Lo de "carpintero"
fue una buena idea porque las oficinas del Tribunal se encontraban en
el desván del quinto piso -la buhardilla de Raskolnikov, situada en
la Stoliarny Perelouk o calle
de los carpinteros. El interior
del edificio del Tribunal adonde llega K. es la comisaría adonde llega
Raskolnikov: "La escalera era estrecha, empinada y llena de
basuras. Las cocinas de todos los apartamentos de los cuatro pisos daban
a la escalera, y sus puertas estaban abiertas durante casi todo el día.
De ellas procedía una atmósfera sofocante. Las habitaciones era minúsculas
y bajas de techo." (A Raskolnikov) "Una
terrible impaciencia le llevaba cada vez más lejos. Nadie le observaba."
(.) "Entró en esta habitación
(la cuarta), estrecha y llena de gente." En los apartamentos
del edificio donde funcionaba el Tribunal casi todas las puertas estaban abiertas; se trataba de pequeñas habitaciones
de una ventana, donde también se cocinaba". (.) "Antes de llegar al quinto piso, (K.) decidió
renunciar a sus pesquisas. Después, sin embargo, volvió a incomodarle
lo inútil de todo aquello, se encaminó nuevamente hacia arriba y llamó
a la primera puerta del quinto piso." "K. creyó entrar en una asamblea.
Una aglomeración formada por gente de la más diversa índole -nadie se
ocupó del recién llegado- llenaba una habitación de tamaño mediano,
con dos ventanas, circundada por una galería muy próxima al techo, e
igualmente ocupada en su totalidad; en ella, la gente tenía que estar
agachada y tocaba el techo con la cabeza y la espalda. K., para quien
el aire resultaba irrespirable.". Ahora veamos cómo parodia
Kafka lo que le sucedió a Raskolnikov en la comisaría: Raskolnikov se acercó al secretario
de la comisaría, y le extendió la citación para que le informara de
qué se trataba su asunto. "El
secretario era un hombre muy joven, de unos veintidós años, con un rostro
móvil y cetrino, que le hacía parecer mayor; iba vestido con elegancia
y peinado cuidadosamente
-"sus cabellos estaban separados
en el medio por una raya sumamente derecha que le llegaba hasta la nuca"-, llevaba en los dedos varios anillos, y una cadena
de oro pendía de su chaleco. Había incluso pronunciado, con uno de los presentes, unas pocas
palabras en un buen francés." El
aspecto del secretario contrastaba visiblemente con los funcionarios
de menor rango, que vestían casi tan mal como Raskolnikov, que iba en
harapos. En
El proceso el "informador" era un hombre
que iba vestido con mucha elegancia
y llamaba la atención sobre todo por un chaleco gris terminado en dos
puntas agudas."Este señor es el informador", dice la muchacha a K.,
señalando al hombre elegante, "da a los que esperan todas las informaciones
que necesitan, y como nuestra jurisdicción no es muy conocida entre
la población, se le piden muchas informaciones. Tiene respuesta para
todo. No tiene sino que ponerlo a prueba, si lo desea. Pero éste no
es su único mérito. Tiene también el privilegio de la elegancia; nosotros
hemos pensado, y por nosotros me refiero a los demás funcionarios, que
era preciso vestir elegantemente al encargado de informaciones pues
es con él con quien los inculpados deben entenderse en primer lugar.
Los demás, como usted mismo puede comprobar al mirarme, estamos bastante
peor vestidos, con trajes ya pasados de moda; sin embargo, no tendría
mucho sentido que prestáramos mucha importancia a nuestro modo de vestir
ya que estamos casi permanentemente en las oficinas; hasta dormimos
aquí. Pero, como ya le he dicho, consideramos que era importante que
el encargado de informes estuviera bien vestido. Con todo eso, como
la administración, que a este respecto es algo singular, no quiso hacerse
cargo de los gastos, tuvimos que realizar nosotros mismos una colecta
en la que por lo demás participaron también algunas partes litigantes,
de modo que pudimos comprarle este hermoso traje y algunos otros más.
Ya estaba preparado para que produjera, por su aspecto, una buena impresión
pero su risa lo arruina todo ya que atemoriza a la gente". En esas aparece el lugarteniente
"Pólvora", a quien Raskolnikov, a pesar de su aspecto miserable, observó
con fijeza, de tal modo que el otro se sintió ofendido. -¿Qué
es lo que quieres? -gritó, sorprendido sin duda de que un pobre harapiento
no quedase fulminado por su turbulenta mirada. -Me
han citado. He recibido un aviso. -respondió Raskolnikov. -¿A qué hora lo habíamos citado, caballerito?", interrogó el ayudante del comisario,
que se exaltaba cada vez más sin razón plausible. "¡Le indicamos que viniera a las nueve y son
más de las diez! -Me lo han entregado aún no hace un cuarto de hora-, respondió
Raskolnikov en voz alta, por encima del hombro. También él, de modo
súbito e inesperado para sí mismo, empezaba a enfadarse, y hasta encontraba
en ello un cierto placer. -¡Ya es bastante que estando con fiebre
haya venido! -¡No grite. -No grito; hablo normalmente; es usted
quien levanta la voz. Lo primero que vio K. en la pequeña estancia fue un gran reloj
de pared que ya señalaba las diez. (.) "Un hombrecito grueso
y jadeante que hablaba entre grandes risas" -como Porfirio-, al enterarse de la
presencia del acusado, sacó el reloj y echó a K. una rápida mirada. "Hubiera debido presentarse hace una hora
y cinco minutos", dijo. K. quiso responder algo, pero
no tuvo tiempo, porque, apenas había hablado el hombre,
se alzó en la mitad derecha de la sala un murmullo general. "Hubiera debido presentarse hace una hora y cinco minutos", repitió entonces
el hombre, alzando la voz y echando un vistazo rápido a la sala.
Inmediatamente el murmullo se hizo más fuerte, desapareciendo poco a
poco, al no decir el hombre nada más. En la sala reinaba ahora un silencio
mucho mayor que al entrar K. (.)
K. había decidido
observar más que hablar, y en consecuencia renunció a defenderse por
supuesta tardanza, limitándose a decir:
"Aunque pueda haber llegado tarde, ahora estoy aquí". El lugarteniente del comisario fue
presa de un acceso de furor cuando Raskolnikov, lejos de sentirse atemorizado,
le contestó con altanería. Turbado por la falta de respeto, quería manifiestamente
vengar su amor propio herido, y vertió toda su hiel sobre Luisa Ivanovna,
la prostituta alemana que se encontraba en ese momento en la comisaría,
"desatando una tempestad con truenos y relámpagos". "¡Otra
vez la tempestad, el trueno y los relámpagos, el huracán!", dijo
Nikodim Fomitch, el comisario, que en ese momento entraba y escuchó
al furioso "Pólvora", a quien se dirigió
amistosa y amablemente. Esta tormenta
que desata "Pólvora" en la comisaría, la recrea así Kafka en las oficinas
del tribunal: "¿No quiere sentarse aquí un poco?", preguntó el informador. "No", dijo
K., "no quiero descansar". Lo dijo con la mayor firmeza posible, aunque
en realidad le hubiera hecho mucho bien sentarse; estaba como mareado.
Creía estar en un barco en medio de una fuerte marejada. Le parecía
que el agua se precipitaba contra los tabiques de madera, que venía
del fondo del pasillo un bramido como de aguas que rompieran, y que
el pasillo se balanceaba de un lado a otro y los encausados que aguardaban
a ambos lados se alzaban y hundían. Tanto más incomprensible le resultaba
la calma de la muchacha y del hombre que lo llevaban. Estaba en sus
manos, si lo soltaban caería como una tabla. Pero "Pólvora"
tiene el corazón de oro, pues como dice Nikodim
Fomitch, él no es tan malo como se cree, se engaña, pues "es el más ge-ne-ro-so de
los hombres, os lo aseguro. Se ha calentado, se ha encendido, y aquí
está el incendio. ¡Todo ha pasado! ¡En
definitiva, tiene el corazón de oro!" El hombre
elegante, aunque atemoriza a la gente como Pólvora, también como él
es bueno de corazón: "No es hombre de corazón
duro. No está obligado, de ninguna manera, a ayudar a salir de aquí
a las partes litigantes enfermas; sin embargo, como usted lo ve, lo
hace. Quizá ninguno de nosotros tenga el corazón duro; tal vez a todos
nos gustaría ayudar a los acusados, pero como funcionarios judiciales
podemos parecer fácilmente duros y poco dispuestos a ayudar a nadie.
Yo sufro realmente por eso." En el momento en que Raskolnikov iba
a salir de la comisaría, escuchó que estaban hablando del asesinato
de las dos mujeres. "Raskolnikov tomó su sombrero y se dirigió a la puerta,
pero no la alcanzó". Cuando volvió en sí, diose cuenta de que estaba
sentado en una silla y que alguien le sostenía por el lado derecho,
mientras que en el lado izquierdo había un hombre que le ofrecía un
vaso conteniendo un agua amarilla. Nikodim Fomitch, de pie frente a
él, le contemplaba fijamente. Raskolnikov se levantó de la silla. -¿Qué
significa esto? ¿Está usted enfermo? -preguntó Nikodim Fomitch, con
brusquedad. Los personajes del tribunal, que saben que K. está viviendo
las aventuras kafkianas de Raskolnikov en la comisaría, están esperando
que de un momento a otro K. pierda el sentido, se maree o sufra un cambio
notable, que ellos no se quieren perder desde el momento mismo en que
se presente, que saben está próximo a producirse de acuerdo al guión
original. La muchacha fue la primera en darse cuenta de que la conducta de K. se
debía a un ligero malestar. Le trajo una silla y preguntó: "¿No quiere
sentarse?" K. se sentó inmediatamente y, para sostenerse mejor, apoyó
los codos en los brazos de la silla. "Tiene un poco de mareo, ¿no?,
le preguntó. El rostro de ella quedaba ahora muy cerca del suyo; había
en él la expresión severa que
algunas mujeres tienen precisamente en la flor de la juventud. "No debe
preocuparse", dijo ella, "aquí esto no tiene nada de extraño; casi todo
el mundo sufre una indisposición parecida cuando viene por primera vez.
¿Es la primera vez que está aquí? Bueno, entonces no es nada extraordinario.
El sol calienta la armadura del tejado y la madera ardiente hace el
aire denso y pesado". Pero K. se sentía cada vez peor, sabía que estaba llamando la atención en el
lugar equivocado, y la pintura fresca no era disculpa, como le dijo
Porfirio a Raskolnikov. Finalmente,
K. llegó ante la puerta que la muchacha había abierto, y recuperó todas
sus fuerzas de golpe: Permaneció
inmóvil todavía un momento, se alisó el cabello con ayuda de un espejo
de bolsillo, recogió el sombrero, que estaba un escalón más abajo -sin
duda el informador lo había lanzado allí- y bajó corriendo la escalera,
tan animado y dando pasos tan grandes que casi tuvo miedo del cambio.
Su estado de salud, normalmente bueno, nunca le había deparado tales
sorpresas. Ni que
decir que así le sucedió a Raskolnikov, luego de su desmayo en la comisaría,
quien
"Ya
en la calle, recuperó por completo el dominio de sí mismo". * Los
capítulos "Fin" y "El verdugo", como ya esta dicho, salen del capítulo
segundo de la segunda parte de Crimen
y castigo (2,II).
"El verdugo" sale por completo de este capítulo de Dostoievski; es uno
de los dos capítulos de El proceso
que sólo tienen un bloque -el otro es "Un sueño"-, y aunque en él las
relaciones con el texto de Crimen
y castigo son más sutiles, no por eso son menos numerosas. En el
"Fin", el viaje de K. al patíbulo sale en gran medida del viaje que
hace Raskolnikov a las afueras de la ciudad para esconder los objetos
robados a la vieja. La piedra bajo la cual Raskolnikov esconde dichos
objetos es la misma piedra sobre la cual es recostado K. antes de su
asesinato: Raskolnikov
"al pasar por la plaza, observó
de repente, a la izquierda, la entrada de un corral rodeado completamente
de muros, sin abertura alguna. A la derecha, después de la puerta, se
prolongaba en el solar el muro sin ventana de una casa de cuatro pisos...
era un lugar aislado... había un cobertizo de piedra... "Este es
el lugar apropiado", pensó. Y después de observar alrededor, no
viendo a nadie en el corral, atravesó la puerta... después de haber
mirado una vez más a su alrededor, repentinamente, frente al muro exterior,
descubrió una gran piedra sin tallar... Se inclinó sobre la piedra,
la sujetó fuertemente por su parte alta y, reuniendo todas
sus fuerzas, la hizo girar. Bajo la piedra apareció una pequeña cavidad;
allí arrojó el contenido de sus bolsillos... Seguidamente, sujetó de
nuevo la piedra y la hizo girar; con un solo movimiento, cayó esta sobre
el mismo lugar en donde estaba antes, con precisión exacta". En
la última escena de El proceso,
K. y sus verdugos "salieron rápidamente
de la ciudad que, en aquella dirección, lindaba casi sin transición
con los campos. Había una pequeña cantera, abandonada y desierta, en
la proximidad de una casa perteneciente todavía a la ciudad". Allí
se detuvieron y buscaron un lugar apropiado para asesinar a K., el cual
encontraron "cerca de la pared escarpada donde había una piedra desprendida. Los señores
sentaron a K. en el suelo, lo apoyaron contra la piedra y le recostaron
la cabeza encima... Entonces, uno de los señores se abrió la levita
y sacó de una funda, que colgaba de un cinto que le ceñía el chaleco,
un cuchillo de carnicero largo y delgado, afilado por ambos lados, lo
levantó en alto y probó su filo... las manos de uno de los señores estaban
ya en su garganta, mientras el otro le clavaba el cuchillo en el corazón,
haciéndolo girar allí dos veces". (Como dos veces hizo girar
la piedra Raskolnikov) * Hasta
donde tiene noticias el autor de este ensayo, sólo el profesor Pietro Citati, en
su biografía Kafka, identifica
la sede del Tribunal de El proceso
como el edificio de la comisaría de Crimen
y castigo adonde acude Raskolnikov: En realidad la sede del Tribunal corresponde
a cuatro lugares distintos de Crimen
y castigo, ya que, en un plano general, es la casa de la vieja usurera,
"un edificio de dimensiones colosales"; el interior del edificio
del Tribunal es la comisaría adonde llega Raskolnikov atendiendo una
citación, que describe muy bien Citati; la sala de audiencias, en la
que Josef K. es interrogado, es la habitación de Catalina Ivanovna,
quien es la encargada de recibirlo; y en el desván del quinto piso,
donde funcionan las oficinas del Tribunal, se encuentra la sala de espera
salida de la buhardilla de Raskolnikov. Es así como Kafka desmonta las
locaciones de Crimen y castigo y, a la manera de un juego de mecano, con esos materiales
construye su topografía imaginaria mediante una condensación de tipo
onírico. V. La estructura De
los dos primeros legajos salieron los seis primeros capítulos de la
novela, los cuales Brod editó en un orden que ha sido objeto de múltiples
cuestionamientos. Tabla I.
La
principal objeción de los estudiosos de la novela a este orden es que,
de acuerdo a la temporalidad del relato, el capítulo "La amiga
de B." debe ir de tercero y no de quinto. Brod así lo reconoció
en el postfacio a la tercera edición de 1946, en donde escribe que probablemente
Kafka tenía pensado este capítulo en el lugar que dicen le corresponde.
A pesar de todo, la novela siguió apareciendo con el orden que inicialmente
Brod le dio, hasta la última edición de las obras completas en la que
apareció la edición "definitiva" de la editorial Fischer,
en la que mandaron el capítulo "La amiga de B." a la picota
del apéndice con grave perjuicio para la obra como se verá, pues rompe
la continuidad de la estructura. La
gráfica 3, que representa la estructura de estos capítulos, en la que
los distintos colores corresponden a los distintos bloques que la conforman, evidencia una grave falla: los bloques I y
II, lo mismo que III y IV están separados, no encajan, la estructura
está desvertebrada, no tiene continuidad.
Si
unimos las estructuras parciales, representadas en las figuras 4 y 5,
tenemos la estructura completa y el orden de los capítulos. Fig. 6:
La
"estructura" fue uno de los secretos de Kafka mejor guardados, lo que
explica que, hasta el presente, no se conozcan los cuadernos de trabajo
o documentos en los que se puedan apreciar
los esquemas de las estructuras de sus obras. Estos materiales,
que debieron ser voluminosos, lo más probable es que hayan desaparecido
devorados por el fuego. Una pérdida lamentable porque en el "taller
de Kafka" se encontraban valiosos descubrimientos literarios, verdaderos
tesoros del oficio de escritor, taller que, además, daba fe de los ingentes
esfuerzos que le demandaba a Kafka la escritura de sus obras, de lo
que dejó numerosos testimonios en los Diarios. Pero la "estructura" era su máximo
orgullo y no la rodeó de un silencio absoluto, refiriéndose a ella alegóricamente,
como era su estilo, en narraciones como La construcción y Preocupaciones
de un jefe de familia. La construcción, escrita en el último año de su vida, se inicia con
las siguientes palabras: "He presentado la obra y me parece bien lograda. Desde
afuera sólo se ve un gran agujero que en realidad no conduce a ninguna
parte, ya que a los pocos pasos se tropieza con roca. No quiero jactarme
de haber ejecutado esta treta en forma deliberada; es más bien el sobrante
de uno de los numerosos y vanos intentos de construcción, pero finalmente,
me pareció ventajoso dejar este agujero sin rellenar. Desde luego hay
astucias que, por sutiles, se aniquilan por sí solas, eso lo sé mejor
que nadie, e indudablemente constituye una audacia llamar la atención
con este agujero sobre la posibilidad de que aquí exista algo digno
de ser investigado. Sin embargo, se equivoca quien crea que soy cobarde
y que sólo por cobardía ejecuto la obra. A unos mil pasos de este agujero
se halla, cubierto por una capa de musgo suelto, el verdadero acceso,
tan bien asegurado como puede estarlo algo en el mundo; naturalmente,
alguien podría pisar el musgo o levantarlo; entonces mi obra quedaría
al aire y quien tuviera ganas -nótese, sin embargo, que se requerirían
dotes no demasiado frecuentes-podría penetrar y destruirlo todo para
siempre." En
La construcción -que podemos
considerar su testamento literario-, Kafka expresó los temores que lo
asaltaban de sólo pensar en la posibilidad de que sus enemigos -los
lectores-, pudieran penetrar en su madriguera, la "estructura", en cuyo
interior quería permanecer oculto y solitario, protegiendo su intimidad,
pues "la he hecho para mí, no para visitantes". Pero Kafka estaba perdido;
su fortaleza no era inexpugnable: bastaba que un ser insignificante,
"cualquier pequeño ser repugnante" lo siguiera con curiosidad, para que, "sin saberlo,
se convierta en el guía del mundo contra mí". VI. El apéndice Franz
Kafka concibió El proceso
con unas reglas de construcción claras y sólidas, y cuando las dejó
de lado, se encontró en un callejón sin salida. Desde el punto de vista
macro, la regla más importante es, sin duda, que a bloques de Crimen
y castigo, corresponden bloques de El
proceso. Si se mira la estructura, se comprobará a simple vista
que los colores tienden a estar agrupados, lo que indica que su distribución
en la estructura no es fruto del azar. Precisamente por eso hablamos
de "estructura", porque es una construcción coherente en el que las
piezas se ensamblan de acuerdo a un plan determinado. Entre más respeta
Kafka la estructura de Dostoievski, mejor le queda la propia; y cuando
trata de apartarse, de romper la estructura de Crimen
y castigo, se mete en problemas y termina siempre abandonando el
capítulo. El
capítulo "A casa de Elsa" ejemplifica muy bien lo que acabamos de decir;
es un capítulo fracasado porque Kafka cometió en él dos faltas graves:
traicionó la anécdota y quebró la estructura, lo que lo obligó a abandonar
su escritura porque sabía que no tenía cabida en la novela sin grave
perjuicio para ésta. Lo más probable es que "A casa de Elsa" estuviera
pensado para ocupar el lugar donde se le encontró, es decir, a continuación
de "El verdugo", que es un capítulo intermedio. Pero "A casa de Elsa"
desde el punto de vista anecdótico y estructural pertenece al final.
En el penúltimo capítulo de Crimen y castigo, Raskolnikov va a casa
de la madre para despedirse, y luego, en el último capítulo, va a la
habitación de Sonia para también despedirse antes de entregarse. En
El proceso tenemos el capítulo "Viaje a casa de la madre", la versión
kafkiana del viaje de Raskolnikov a casa de la madre y lo más probable
es que "A casa de Elsa" sea el equivalente de "A casa de Sonia". Kafka
no pudo acomodar el capítulo "A casa de Elsa" en la mitad de la historia,
y lo abandonó. El
"Fiscal" es el caso contrario y parecido al anterior. Un capítulo que
es intermedio lo quiere poner entre los últimos. Razumikin, el amigo
de Raskolnikov, tenía un tío que vivía en el campo -como K.-, que decidió
establecerse en San Petersburgo. Para inaugurar el apartamento hicieron
una reunión a la que asistieron jueces, funcionarios de la comisaría,
abogados y estudiantes de derecho. Este pasaje de Crimen
y castigo, antecedente del primer encuentro de Raskolnikov y Porfirio,
que Kafka recrea en "El tío", inspiró
el "Fiscal". Era un capítulo intermedio. Pero Kafka utilizó hacia el
final del capítulo, la primera parte de Crimen
y castigo, con la que construyó el final de la novela -color verde-,
lo que introducía serias perturbaciones en la estructura de la obra,
Fig. 6. Kafka interrumpió el final del "Fiscal", en
el que aparecen la madre y el padre de K., y empezó un capítulo diferente,
"Viaje a casa de la madre" -y probablemente "Un sueño"-, lo que explica
porque el "Fiscal" y "Viaje a casa de la madre", están en los manuscritos,
el uno a continuación del otro. El "Fiscal", pues, no es un capítulo
inconcluso, sino mal terminado. Kafka concibió en un principio el "Fiscal"
y "Viaje a casa de la madre" como un mismo capítulo, pero
se dio cuenta que eran dos capítulos distintos y los separó, aunque
en los manuscritos, como está dicho, quedaron el uno a continuación
del otro (Fig. 1). "Un
sueño" es el capítulo que Kafka le dedicó al padre en la novela; es
el más corto, el más denso y el más hermoso. Brod lo encontró entre
los legajos de El proceso, pero consideró erróneamente
que estaba sin terminar y, para peor, como Kafka lo había publicado
como relato independiente, no sintió la necesidad de publicarlo ni siquiera
en el apéndice de la novela, error que han venido cometiendo desde entonces
los editores. Kafka sentía un aprecio especial por ese capítulo. Las
narraciones de "Un médico rural" están dedicadas al padre porque
Kafka incluyó en ellas este capítulo, que, contrariando su costumbre,
publicó varias veces en vida. Uno de los errores más lamentables en
las ediciones de El proceso
es no haber incluido este capítulo principal en la novela. Colofón Muchos
se preguntarán por qué Kafka escribía de manera tan complicada, por
qué tenía que utilizar la novela de otro autor para contar sus propias
historias. La respuesta es que Kafka sentía una necesidad imperiosa
de escribir sobre su vida personal más íntima, pero era a la vez un
hombre nada indiscreto, frío y distante, afecto al secretismo como pocos,
incapaz de exponer su corazón al desnudo ante la mirada curiosa de los
lectores. La manera como resolvió el dilema honra su genialidad:
utilizó, cual cazador furtivo, Crimen
y castigo para que fueran los ocultos personajes de Dostoievski
los que contaran su biografía íntima, y dejó a sus propios personajes
la tarea de representar una obra magnifica, cautivante y misteriosa,
que distrajera a los lectores, sin lograr del todo su objetivo, pues
no pudo impedir que la historia latente perturbara a los más agudos,
que incómodos presentían algo más allá del texto, sin lograr nunca precisar
qué era. De ahí la búsqueda de una clave y la nutrida gama de interpretaciones
que desde décadas ha enriquecido la bibliografía kafkiana. Kafka
no copia a Dostoievski, sino
que utiliza su novela con una economía de recursos magistral para poder
contar algo que de otra manera sería imposible sin caer en el improperio
y la vulgaridad. Kafka logra expresar en una frase y al mismo tiempo
lo que se puede decir públicamente y los pensamientos más sórdidos y
oscuros que la discreción y las conveniencias obligan a ocultar. En
una carta a Ottla, su hermana menor, del 10 de julio de 1914, cuando
el tema del rompimiento del compromiso matrimonial de Kafka y Felice
estaba caliente, escribe: "Yo, Ottla, no escribo como hablo, ni
hablo como pienso, ni pienso como debería pensar, y así de largo hasta
la más profunda oscuridad". Y remata la carta con la siguiente
postdata, que lo pinta de pies a cabeza: "Salúdame a todos. No
enseñes esta carta a nadie, ni la dejes a la vista. Sería mejor que
la rompieras en pedazos, y que después los repartieras entre las gallinas
del patio. No tengo secretos con las gallinas". El
palimpsesto le permite a Kafka expresar con toda la crudeza posible
y en secreto lo que piensa de
Felice, la novia con la que se iba a casar y que aparece en El proceso como tres personajes distintos. Está Fräulein Bürstner,
la callejera, cuyas iniciales F. B. coinciden con las de Felice Bauer,
que representa a la Felice soltera y liberada, la mujer independiente
que frecuentaba tabernas en donde bailaba tango, un baile considerado
indecente, hasta altas horas de la madrugada. Esta señorita Bürstner,
cuyo apellido significa "follar", en la historia secreta es
Sonia, la prostituta de Crimen
y castigo. En la novela también aparece Felice, tal y como se la
imaginaba Kafka casada, ahora encarnada en su patrona, la señora Grubach,
una mujer gorda, metiche, estúpida y camandulera, que caracteriza a
través de Praskovia Pavlovna, la patrona de Raskolnikov, de la que Dostoievski
dice que era "pudibunda más allá de toda necesidad". Por eso la habitación de la señora Grubach estaba amoblada
con muebles grandes y pesados como los que escogió Felice para su frustrada
vida matrimonial con Kafka. Además
de la prostituta y la mojigata, tenemos la víctima, la novia abandonada
que clama venganza, que no es otra que Alena, la vieja usurera que Raskolnikov
asesina, la primera que aparece en escena, quien mira a Josef K. con
curiosidad inusitada, como nota el propio K., cuando al despertar, abre
los ojos y la ve detrás de la ventana momentos antes de su detención. Kafka
logra estas caracterizaciones mediante diálogos, lugares o situaciones
salidas de Crimen y castigo,
trayendo a veces escenas completas con una literalidad increíble. Es
el caso de la escena en la que Raskolnikov confiesa a Sonia su crimen,
sin sospechar que tras la puerta que comunica la habitación de Sonia
con una habitación que suponen vacía, Svidrigailov escucha las palabras
del asesino. En El proceso Josef K. "confiesa" a la señorita Bürstner, con
un tono dramático tras el cual asoma la burla, la detención de esa mañana
y el interrogatorio que se llevó a cabo en el cuarto de ella, sin sospechar
que tras la puerta de la habitación de la señorita Bürstner que comunica
con una habitación que K. supone vacía, escucha las palabras de K. el
capitán Lanz, sobrino de la patrona y el vivo retrato de Svidrigailov
según la descripción de esos personajes en las dos novelas. Así las
cosas, Josef K. es Raskolnikov, Fräulein Bürstner es Sonia y el capitán
Lanz es Svidrigailov. Pero, a decir verdad, las cosas no son tan simples,
pues a veces Josef K. es Svidrigailov, el hombre que se quiere casar
con Dunia, su hermana en la novela de al lado, e incluso Lujine, su
prometido. El proceso tiene como tema central el rompimiento
del compromiso matrimonial de Kafa y Felice, pero uno de sus temas colaterales
principales es el incesto, con el que Kafka se divierte tras las puertas
herméticas del palimpsesto (4).
(1)
Sánchez Trujillo Guillermo, Crimen y castigo de Franz Kafka, Universidad Autónoma Latinoamericana,
Medellín-Colombia, 2002.
(2)
Una discusión
completa sobre las relaciones entre las dos obras se encuentra en el
libro de la nota anterior.
(3)
Pietro Citati, Kafka,
Ediciones Cátedra, S.A., 1993, pag. 124
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