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Creación / Pintura - Escultura - Fotografía

Pablo Márquez:
La pieza está abierta a muchas interpretaciones

Una entrevista de Paco Yuste

En 2005 la Galería Esther Montoriol, en Barcelona, hizo una singular apuesta: Kafkiana. Una exposición que mostraba obras sobre Kafka realizadas por cuatro artistas de diversas especialidades y dispares procedencias. Pablo Márquez (pablomarquez.net), artista multidisciplinar, produjo una serie de obras que pueden verse en www.franzkafka.es. Hablamos con él de su trabajo, de estas obras y de Kafka.



"Pañuelo" (2005), de Pablo Márquez. Cortesía del artista y de
Galería Esther Montoriol

¿Cómo surge esta serie de obras sobre Kafka?
Por una propuesta que nos hizo la galerista Esther Montoriol a un grupo de artistas. La exposición se tituló Kafkiana y en ella debíamos desarrollar la visión que teníamos sobre el personaje o su obra. Anteriormente había hecho lo mismo sobre Borges. Por esas fechas casualmente estaba inmerso en la lectura de Kafka y en todo lo relacionado con su vida; incluso había viajado recientemente a Praga. Por lo tanto me sentí muy cómodo con la propuesta y decidí participar.

¿Alguna obra de Kafka en aquella lectura que te marcase especialmente sobre las demás? ¿Por qué razón?
Creo que todas. Los Diarios, las Cartas a Milena, La transformación, los relatos cortos, El proceso, El castillo, la Carta al padre… En fin: es maravilloso…
No soy ningún erudito para dar razones. Se ha escrito tanto sobre él desde todos los ámbitos que poco podría decir, pero sí hay una razón esencial para mí; la descubrí leyendo una carta suya a Oskar Pollak, que explicaría mi fascinación hacia su obra y, sobre todo, hacia su concepción del arte. Dice así: "Pienso que sólo deberíamos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en la cara, ¿para qué leerlo? ¿Para que nos haga felices como dices en tu carta? Por Dios, podríamos ser igual de felices sin libros. No, lo que necesitamos son libros que caigan sobre nosotros como un golpe dolorosísimo, como la muerte de alguien a quien amábamos más que a nosotros mismos, como si nos viéramos desterrados a los bosques, lejos de todo ser humano, como un suicidio; un libro tiene que ser un hacha que abra un agujero en el mar helado de nuestro interior".

Una de las obras de esta serie es "Libro quemado". Un ready-made, si te vale la expresión, compuesto por un libro quemado envuelto con una malla metálica tosca, deteriorada.
Sobre esta obra se nos ocurren algunos referentes relacionados con Kafka que veremos más adelante pero también nos remite a cierta inaccesibilidad de los sentidos de la obra kafkiana: del mismo modo que se protegen los terrenos y los territorios, esa obra parece ser inaccesible bien sea por su posible "oscuridad" o bien por todo lo contrario: por ser un universo tan abierto que permite multitud de interpretaciones a cual más dispar. ¿Juegan estas obras tuyas con el espectador en alguno de estos sentidos?

Siempre me ha interesado el mundo objetual desde un punto de vista plástico. En todas mis exposiciones he alternado otras disciplinas con el objeto. Me siento muy cómodo reciclando materiales muchas veces encontrados y con una carga emocional intensa que, al ponerlos en otro contexto, adquieren un significado nuevo.
El libro quemado surge de un verso de Hölderlin: "Para qué los poetas en tiempos de penuria"; la situación de Kafka, principalmente al final de su vida, fue devastadora.

Bueno, podría extenderse a Hölderlin y preguntarnos ¿para qué el arte, la poesía, la literatura en tiempos de penuria? O también ¿para qué en tiempos de abundancia? Sin embargo, se trata de actividades inherentes al ser humano, a su necesidad de expresarse, de comunicar, de transmitir. Kafka mismo, pese a todo, no podía dejar de escribir. ¿Es esa "adicción" a la práctica artística, esa personalización de la misma, la que lleva a que las obras resulten más o menos crípticas? ¿Piensas en el espectador a la hora de trabajar?
Muchas veces pienso que el arte no sirve para nada y menos en la época actual; no puede cambiar las cosas y mucho menos mejorarlas, aunque a veces tengo una pequeña esperanza de que lo que haces le pueda servir a alguien. A mí, muchas veces, el trabajo de otros sí me ha servido para ser consciente de cosas que no veía.
Pero sí es verdad que este trabajo es una "adicción". A veces pienso que no sé hacer otra cosa y que viviría peor si no lo hiciese, porque no es tanto lo de comunicar o transmitir; tal vez es un exorcismo que extrae los demonios interiores.

¿Podrías hablarnos de tu proceso creativo?
Todo el proceso creativo de los últimos años tiene que ver con la historia, la memoria y la cultura. Antes de iniciar un proyecto nuevo me sumerjo en infinidad de materiales que me ayudan a desarrollar la idea principal; la literatura siempre ha sido una fuente primordial. Antes había participado en el proyecto La Biblioteca del pintor producido en Almería donde, en la casa de J.A. Valente, hicimos unos coloquios y después una exposición sobre cómo nuestras bibliotecas influían en nuestro trabajo.
Paso muchas horas encerrado en el taller y hasta cuando voy por la calle, si tengo una idea, no dejo de darle vueltas hasta convertirla en una obsesión. Luego no siempre es fácil materializarla. De todas formas me cuesta mucho hablar de mi trabajo y de cómo se llega a producir. Todo es un poco misterioso.

En varios de tus trabajos, incluida esta serie sobre Kafka, están presentes acontecimientos históricos o haces referencias a autores literarios, con lo que generas cierta narrativa, cierta intención de contar algo.
Es cierto; todo ha sido un crescendo continuo en los últimos 10 años que partió del descubrimiento de Paul Celan con un video que realicé del poema "Todesfugue". A partir de ahí la obsesión fue completa. Después vinieron las series sobre Europa en la primera mitad del s. XX y los horrores de la guerra, la violencia y la intolerancia y de cómo en unas sociedades cultas y desarrolladas se podía llegar a tales extremos de barbarie; era una aviso de que todo puede volver a ocurrir y, aunque después hemos visto situaciones terribles y parecidas, aquel momento histórico pienso que fue un paradigma que cambió la visión del mundo.

Pero tenemos la impresión de que tu trabajo llega a ese discurso social o político pasando previamente por una especie de narración, de "acto teatral"; probablemente por la presencia de los objetos. El objeto cotidiano conduce al espectador a imaginar una situación real, a situarse delante de la obra y pensar qué pudo suceder, cómo fue esa escena que terminó dejando el objeto en el estado que aparece en tu obra.
En tu proceso creativo, ¿te planteas estas "escenas" o, por el contrario, el objeto, la obra en sí, surge únicamente como tal? ¿Imaginas a Kafka delante de tu "Palangana" o con tu "Pañuelo" en la mano? ¿Hay una "identificación" por tu parte con el personaje?

¡Ojalá pudiera ver a Kafka delante de estos objetos! Es broma: seguro que se horrorizaría. No me identifico con el personaje en los términos en que me lo planteas; solo busco rastros de la presencia que ya no existe pero que, en cambio, tiene un gran poder evocador. Otras veces, como apuntas, sí hay una escenificación de la acción, una especie de "performance" antes de materializar la obra. El taller se transforma en un espacio de representaciones utópicas.

Kafka es, sin duda, uno de los autores literarios más retratados por artistas de todo el mundo. Tú también utilizas sus retratos para una de tus creaciones. ¿A qué crees que puede deberse esa fascinación por el rostro de Kafka, por su presencia? ¿Existe una relación directa de la vida del artista con su obra?
Creo que sí debiera existir una relación directa del trabajo del artista con su vida. Y también creo que no es bueno conocer íntimamente a ningún artista porque a veces artistas a los que se les admira mucho por su trabajo decepcionan profundamente al conocerles personalmente; el precio es la oscuridad, el silencio y la soledad. ¡Quién mejor que el pobre Kafka sirve de ejemplo con su trabajo alienante en la oficina, sus enrevesadas relaciones amorosas y familiares, sus conflictos creativos y, por si fuera poco, la enfermedad y la muerte prematura!
Sus retratos siempre me han fascinado por la verdad, la ternura y por la indefensión que expresan. Pero creo también no debía ser ninguna "ganga" vivir a su lado.

 


"Cinco retratos de Kafka" (2004), de Pablo Márquez. Cortesía del artista y de Galería Esther Montoriol

En "Cinco retratos de Kafka" dispones a los pies de los retratos de Kafka otras imágenes fotográficas. Una estación de tren. Una puerta de interior abierta. Una esquina de una ciudad. Vista de Praga desde el río. Todos ellos lugares de tránsito; como si establecieses un recorrido. Además aplicas un tratamiento lechoso a todo el conjunto, una capa semi translúcida que les otorga un aspecto extraño, misterioso. ¿Hablas de la memoria? ¿De los recuerdos?
En los dípticos de los retratos la parte inferior son fotografías que he ido haciendo en Praga y en Viena y que están relacionados con su vida, excepto la biblioteca bombardeada de Londres. Pero esta última imagen la he utilizado en otras ocasiones en las que quería hablar de la destrucción; también de la destrucción interior.
El resto de las imágenes corresponden a una morgue de Viena, la estación de tren de Praga, la esquina de la casa natal y una vista del liceo donde estudió desde el otro lado del Moldava: tránsitos e itinerarios de un viaje. En cuanto al uso de los acetatos es un recurso técnico para unificar los materiales empleados en los retratos ya que los cuellos de las cabezas (las camisas y corbatas) están pintados; no son fotografías.
Además, ese aspecto fantasmal me pareció interesante; les distancia del espectador porque son un poco espectrales. En una de las paredes de mi taller, después de tanto tiempo, continúa una de las imágenes, la última, esa en la que Kafka mira fijamente al objetivo de la cámara y te traspasa con esa mirada: es un faro que lo ilumina todo.

Pero tras esas cuatro primeras imágenes que has mencionado, finalmente, acompañando al último retrato de Kafka, con el Kafka más maduro, dispones la conocida fotografía de la biblioteca del conde de Ilchester (Londres) destruida tras los bombardeos nazis en 1940. Se ha escrito mucho sobre Kafka como un "profeta" de los posteriores crímenes del nazismo. ¿Qué relaciones estableces?
La relación es total. Estoy seguro de que si Kafka no hubiera muerto de tuberculosis lo habría hecho en Auschwitz, al igual que una de sus hermanas. Si no me falla la memoria también amigas de Milena fueron deportadas.
Cuando visité el cementerio judío de Praga para ver la tumba de Kafka me quedé impresionado de tantas tumbas de muertos en los campos de concentración.
Steiner dice, hablando de los daños hechos al hombre como "especie" desde 1914, que La transformación es la fábula clave de la modernidad porque hay una clara posibilidad de retroceso en la evolución, de una vuelta sistemática hacia la "bestialización".

En otros dos de tus trabajos de esta serie tratas la enfermedad que mató a Kafka. ¿Por qué te interesa en concreto ese aspecto de su vida?
Porque fue determinante. Cuando se está muy próximo a la muerte producida por una enfermedad tan lenta y terrible (pensemos que en los últimos días, cuando apenas podía tragar y estaba ingresado, seguía escribiendo), esto debe condicionarlo todo y replantearte toda la existencia. Hay más casos: Proust, Schubert, Mozart… Y más recientemente el maestro Claudio Abbado la noche antes de morir seguía estudiando una sinfonía de Schumann que iba a dirigir. Trabajaron hasta el mismo momento de perder la consciencia. La fuerza que les arrastraba es un gran misterio.
Definitivamente no todos somos iguales.
Pero en el caso de Kafka hay algo que me asombra aún más: la contradicción que hay entre querer destruir la obra cuando muriese y continuar escribiendo cuando se está literalmente muriendo. Según el Dr. Klopstock el mismo día de la muerte estaba corrigiendo las pruebas de El artista del hambre.

Tanto "Pañuelo" como "Palangana" tienen el detalle de la personalización del objeto con la inicial del apellido de Kafka. Hasta no hace tanto era muy frecuente el bordado de las iniciales en pañuelos o en camisas.
Pienso ahora que la inicial acaso fue un recurso innecesario. Las puse para dar otro tipo de clave. De hecho he retirado la K de la palangana porque circunscribía demasiado la pieza a Kafka, tan conocido por la K.
En cambio, la fisicidad de la enfermedad en ambos objetos (la sangre humana en el pañuelo y la pez negra en la palangana) además de referirse a él tienen que ver con una experiencia personal bastante próxima.
La utilización del pañuelo rojo responde a una información recibida y verídica por la cual en el siglo XIX los tuberculosos llevaban pañuelos de ese color en los cuales la sangre que expectoraban no resultaba tan visible.


"Palangana" (2005), de Pablo Márquez. Cortesía del artista y de Galería Esther Montoriol

En "Palangana" destaca también la limpieza del objeto en general en contraste con la supuesta acción del vómito de sangre que representa. No hay salpicaduras ni goteos. El efecto es extraño, desconcertante.
No solo eso sino también que al observar la pieza cuando está expuesta "el vómito de sangre" queda invertido, desafiando a la gravedad y solidificado. Me parece muy inquietante.

Al principio hablábamos de tu "Libro quemado". Volvamos a ello porque el objeto en sí nos sugiere múltiples vías de interpretación: la petición de Kafka a Brod de que destruyese sus manuscritos; la quema de libros de autores judíos por parte de los nazis; la encuesta del semanario comunista francés Action en 1946 acerca de si había que quemar a Kafka...
Creo que la pieza está abierta a muchas interpretaciones y es bueno cuando algo puede sugerir diversas lecturas. Sobre el fuego ya había trabajado anteriormente: una vez quemando el primer cuadro que pinté y conservando las cenizas en una urna y también en otro libro quemado con una bombilla permanentemente encendida semejante a cuando entras en una iglesia y ves siempre esa lamparita encendida.
Sobre las interpretaciones que apuntas también podríamos recordar a Heine cuando dijo ante la quema de libros por los nazis: "Donde se queman libros se termina quemando personas".

En la fotografía que reproducimos de tu "Libro quemado" no se aprecia el libro concreto que quemaste. ¿Era reconocible en la obra?
Deliberadamente no es reconocible; por lo tanto puede ser el que tú quieras y todos los demás.

 


"Libro quemado" (2004), de Pablo Márquez. Cortesía del artista y de
Galería Esther Montoriol


 

 





 

 

 

 

 






     
 
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